lunes, 23 de noviembre de 2009

"Prenafeta y Alavedra: Cataluña por montera" (por Xavier Horcajo)

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Los antiguos dirigentes de CDC han pasado de poseer mansiones y yates en la Costa Brava a la austera celda de Soto del Real. Prenafeta duerme en la litera de arriba y Alavedra en la de abajo.


(Artículo de Xavier Horcajo, en LA GACETA)

Desde que Lluís Prenafeta y Macià Alavedra ingresaron en prisión por cobro de comisiones en operaciones inmobiliarias públicas del ayuntamiento socialista de Santa Coloma de Gramanet, cientos de lastimeras historias recorren Barcelona. Empezaron al tiempo que su detención y traslado al cuartel de la Guardia Civil de Sant Andreu de la Barca y, sobre todo, tras su traslado a la Audiencia Nacional.

Describían desconsolados momentos de la esposa de Lluís Prenafeta, arrodillada ante la Guardia Civil; o a la de Macià Alavedra, ya en la prisión de Soto del Real, sin poder entrar a ver a su marido porque nadie le dijo que debía llevar el libro de familia; o la caída del ex consejero con lesión en la rodilla cuando llegaba a la calle Génova conducido por efectivos del instituto armado.

Luego vino el homenaje de la Fundació Catalunya Oberta a los dos mártires del sector negocis de Convergencia, dirigido por el hijo de Prenafeta [Marc] y protagonizado por el presidente del Fútbol Club Barcelona, Joan Laporta. Y se puso en marcha la contraofensiva a la decisión carcelaria de Garzón.

A pesar de que muchos no daban un euro por el apoyo que pudieran recibir de Artur Mas, las actitudes públicas de CDC fueron impecables, defendieron la honorabilidad de los ex dirigentes, su presunción de inocencia e incluso Felip Puig daba la sensación de no lavarse las manos en el asunto —Felip Puig es una especie de masover (cuidador de finca agrícola) de los hijos del ex presidente Pujol—.

Así las cosas, y como en la federación nacionalista CiU se tienen el trabajo dividido, se hacía necesario ir a Madrid. Le tocó a Unió. Duran i Lleida tuvo que abandonar su elegantísimo aposento madrileño estable para ir a ver a José Luis Rodríguez Zapatero. Le hizo ver que la instrucción había sido canalla, que contiene grabaciones de hace dos años y que el trato del instructor Garzón “para con dos personas de 70 años, que superan la edad penal”, había sido monstruoso, lesivo de su honor, vejatorio. ¡Qué poco conoce Duran i Lleida a Garzón! Zapatero le aseguró que no tenía noticia de que Garzón fuera a ampliar la operación Pretoria a otros ayuntamientos catalanes; y se lamió la herida ante Duran sobre la base de que Pretoria tenía más coste electoral para Montilla que para CiU. A la salida, Zapatero cometió un error. Dijo que sólo sabía de una operación —contra el PP— en Murcia y que estaba a punto de desatarse. En otras palabras, la Fiscalía le informa de sus operaciones anticorrupción. ¿Quién sabe? Quizá sea el propio presidente quien las supervisa.

Por cierto, la operación se llevó a cabo unos días después en Águilas contra la hija del alcalde del PP. Sin embargo, los fiscales pincharon en hueso. La chica estaba tan limpia que no pudieron sacarla en el Telediario con las pulseras de metal.

Las gestiones de CiU con Rodríguez Zapatero dieron pie al rumor de que serían excarcelados de inmediato, pero el fiscal se opuso y Alavedra y Prenafeta siguen en Soto del Real. Además, en los últimos días, Garzón ha recibido nuevas informaciones sobre las andanzas económicas de los dos viejos dirigentes nacionalistas que podrían condicionar su decisión de atenuar su situación carcelaria.

Pase lo que pase, y aunque ahora comparten una celda en Soto del Real (Lluís Prenafeta duerme en la litera de arriba y Macià Alavedra en la de abajo) los signos externos que les vienen rodeando durante los últimos años no parecen ajustados a la vida de probos altos funcionarios con ideas patriótico-nacionalistas. Desde luego, su implicación con el cobro de comisiones no ha sido una sorpresa, incluso para muchos es la razón por la que van a querer que España siga metiendo la nariz en Cataluña. ¿Sabríamos hoy lo que sabemos en una Cataluña desligada del poder judicial del estado español?

“Per Catalunya”

La milenaria cultura japonesa castigaba a los curtidores a vivir en grupo alejados de las ciudades y mezclándose sólo con los de su oficio. Prenafeta (Ibars d’ Urgell, 1930) llegó a Pujol con la fama de haber logrado que su peletera Tipel vendiera curtidos de piel de cerdo en Italia. Conectó con Pujol en 1976 y le llevó a México y Venezuela en la primera campaña autonómica. Se instaló en la secretaría general de Presidencia porque supo imponer el axioma de que “pagando, San Pedro canta” al tiempo que recordaba sus orígenes humildes y autodidactas: “Mi padre adoquinó la calle Balmes”. Se convirtió en imprescindible con las manifestaciones de exaltación patriótica en contra de la decisión de los fiscales Mena y Villarejo de imputar al president en el caso Banca Catalana. Y, sobre todo, con el planeamiento del arreglo de aquello de Catalana en lo que fue crucial la intervención del penalista Joan Piqué Vidal, encarcelado después de que la Justicia le condenara por su implicación en la red de sobornos del ex juez Estevill.

Pujol no hubiera sido el que fue sin las carísimas operaciones de Prenafeta que le montó la radio (Catalunya Ràdio) y la tele (TV3), auténticas maquinarias de captar votos y piezas fundamentales en la campaña de victimismo nacionalista a raíz del caso Banca Catalana. Fue Prenafeta quien en 1983 compró personalmente la serie Dallas gracias a las comisiones a Henry Kissinger. Prenafeta nunca soltó las riendas de los medios públicos, los muñía y los“comisariaba, ambas cosas con suma eficacia.

A Prenafeta le gustaban las cosas caras y viajar a lo grande. Con los periodistas, la doctrina era: “Que no falte de nada”. Y él siempre en la sombra, sin robarle un minuto de gloria al president. Él era un hombre de mundo que pagaba por obtener fotos opportunity de Pujol con el presidente de Estados Unidos de la época, George Bush padre, por ejemplo.

El peso de Prenafeta en la familia Pujol era inmenso, ejercía como introductor en el mundo empresarial de los cachorros Pujol-Ferrusola. En 1987, Prenafeta organizó la Entidad Autónoma de Juegos y Apuestas catalana (EAJA), al tiempo que canalizaba las concesiones de casinos a la familia Suqué, a la que también concedió la explotación de las loterías de la Generalitat mientras Casinos de Cataluña se convertía en el más destacado financiador de Convergència Democràtica.

Pero llegó el 9 de marzo de 1990 y Prenafeta fue preterido por Pujol. El devoto de Maquiavelo —Prenafeta afirma que tiene un ejemplar de El Príncipe en su mesilla de noche— no comprendía el lío que se formó porque él compatibilizaba ser consejero de una compañía de seguros de la familia Bernat (los históricos propietarios de Chupa Chups), Iberia, con sus funciones como secretario general de Presidencia de la Generalitat. Dejar la Generalitat le resultó traumático. Tanto acusó la pérdida de estatus que reclamó a su primo Isidor, al frente de la peletera Tipel, que le pusiera un Jaguar con chófer. Luego, años después, la peletera suspendería pagos; los acreedores reclamarían el Jaguar y Prenafeta devolvía las llaves al juzgado tras ordenar estrellarlo contra un muro (septiembre de 1995). Un detalle digno de Los Soprano.

En los últimos tiempos, a medida que iba mejorando su ya envidiable situación económica, Prenafeta parece haber renunciado a exhibir su poderío. Ha cambiado el Jaguar por un Mini. Eso sí, se mantiene fiel al color verde racing de los vehículos de lujo británicos.

Prenafeta le puso el ojo a la Rusia de la perestroika. Primero hizo que TV3 invitara a Boris Yeltsin, candidato a presidente de la Federación Rusa. Yeltsin se hernió, tuvo que ser ingresado en el Hospital de Barcelona y se aprovechó del dinero público de Prenafeta operándose hasta de juanetes.

Ya fuera de la Generalitat, Prenafeta diseñó, una vez más con financiación de los Bernat de Chupa Chups, Juspi, una multiexportadora que vendía fundamentalmente a Rusia sobre la base de colocar allí productos alimentarios de firmas catalanas. Prenafeta no calibró que en Rusia, además de tener en el bolsillo al presidente, hay que controlar las mafias locales. Éstos asaltaron el almacén de productos catalanes y asesinaron al guardián y las pérdidas superaron los 2.000 millones de pesetas de la época. Los Agrolimen, Casademont, Codorniú, Nomen, etc. acusaron el impacto de las ideas geniales de Prenafeta, quien aseguró a muchos haberse arruinado con la operación.

Sin embargo, no pareció quedar escarmentado con la Europa del Este. Sigue haciendo negocios en Rusia y en Bulgaria. Meses antes del hundimiento del mercado inmobiliario y de que la construcción entrara en barrena en 2007, el ex secretario de Pujol montó una delegación casi permanente en el restaurante Via Venetto de Barcelona en la que recibía a representantes de las grandes constructoras para intentar convencerles de las bondades de los negocios en el Este de Europa. En esa campaña no estaba solo: junto a él defendía las oportunidades de negocio en la nueva Rusia Macià Alavedra.

Y Prenafeta volvió a la política, aunque emboscado. De nuevo volvía a pedir dinero a varios empresarios para impulsar El Observador, un periódico que apoyase a Convergencia, en tiempos en los que dirigía La Vanguardia el prosocialista Joan Tapia. El proyecto fue mal desde el principio y Lluís Prenafeta tuvo que asumir la titularidad del proyecto, aunque eso no evitaría su fracaso, en un marasmo de deudas. La idea de Prenafeta enterró mil millones de pesetas de obligaciones de Grand Tibidabo (ex Consorcio Nacional del Leasing) a través de las sociedades Coterma y Kujal. A Prenafeta, De la Rosa le parecía un “fatxa”, pero —como no podía ser de otra forma— el abogado Joan Piqué Vidal les puso en sintonía. De la Rosa no fue el único oscuro empresario al que Prenafeta recurrió para financiar El Observador. El controvertido financiero hispano-texano John Rosillo, fallecido hace dos años en Panamá cuando huía de dos condenas en España, una por delito fiscal y otra por homicidio. Él le presentó a los Caprile, de Huarte. La constructora aportó 60 millones de pesetas de la época a cambio de que Prenafeta les consiguiera 2.000 millones en créditos de tres cajas catalanas.

Prenafeta necesitaba ayuda y CiU se la dio cuando —por obra de los acuerdos con el PP— consiguieron tomar el poder del Puerto Autónomo de Barcelona. Colocaron como vicepresidente a Joaquim Tosas, pero en el puerto no se movía una grúa sin que Prenafeta pasara el paño. Por ejemplo, la empresa que colocó la tecnología para una central de ciclo combinado de 800 Mw y soltaba millones de euros en comisiones. La situación en el puerto se volvió tan siciliana que, cuando Francisco Álvarez Cascos era titular de Fomento, el ministro ordenó una auditoria y conminó a Pujol a poner orden en el Port.

Esas “suertes” repusieron sobradamente el patrimonio de Prenafeta, que volvía a las andadas con una de sus obsesivas pretensiones: controlar el Barça. Creó un foro de influencia, la Fundación Catalunya Oberta, ideal para pedir dinero “por Cataluña”, mantener a unos cuantos paniaguados e impulsar a Joan Laporta, el presidente del F.C. Barcelona. Bajito, redondo y aficionado a los lanceros, no me extrañó que un chaval al verle pasar con la tranca en ristre dijera en el restaurante Tritón: “Mamá, mamá, mira, ese señor parece un submarino”. En ocasiones resulta difícil verle tras la enorme bandeja de percebes con la que se homenajea en una de las marisquerías próximas a su despacho profesional.

La mansión de Prenafeta en Blanes casi podría ser una base de submarinos clandestina. Colgada del mar en un acantilado, con vistas, con acceso ilegal a una playa prácticamente privada. Un verdadero casoplón veraniego que no tiene precio, porque la ley de costas impide edificar algo así nuevo, pero que agentes inmobiliarios estiman en “casa de mil kilos” (se entiende que de pesetas).

Ahora, el caso Pretoria nos enseña un Prenafeta que cobra comisiones “a pachas” con Alavedra y que tiene al menos una sociedad en el paraíso fiscal de Madeira.

‘Dorotea IV’

Macià Alavedra (Barcelona, 1934) comparte con Prenafeta su gusto por la buena vida, por el buen comer y por los lujos de este mundo y una manera frívola de entender lo político. Muchos tenían que pellizcarse, recordaban haberle visto superserio al lado de Pujol por la mañana en un acto oficial, en plan “¡Visca Catalunya!” y por la noche estaba bailando sevillanas, con su mujer Doris Malfeito, en el Up & Down. Ella enfundada en Chanel y con una ordenanza-retocadora de campo, pintalabios en mano, como si fuera Carmen Chacón.

A Alavedra, hijo del secretario de Macià y Companys exiliado en Francia hasta 1948, le iba la pasta más que la política. Eso es una obviedad. Desde sus inicios como factótum de empresas suministradoras de contadores eléctricos o de gas (Metragas o Metrelec) que le vendían aparatos a grandes empresas de servicios supervisadas por la Generalitat de Cataluña, como Endesa-Fecsa, Hidroeléctrica o Gas Natural.

Para entonces, el consejo de administración de Cirsa, la concesionaria de juego de los Lao, estaba repleto de cuadros de Doris Malfeito, la esposa de Alavedra. “Oye, Manolo [por Manuel Lao], ¿qué significan estos cuadros (una especie de planetas en el cielo)?”, le dijo un periodista en la sede de Cirsa en Terrasa. “Yo de esto no entiendo”, dio por toda respuesta el magnate de las tragaperras. Los cuadros de Doris se convertían en una especie de diezmo medieval en Cataluña, como las plantas de la propia Marta Ferrusola.

Luego, El Gordo, como conocían a Alavedra en la administración pujolista, sintonizó con Javier de la Rosa, aquel financiero que acuñó la obscenidad: “¡Qué barato es el kilo de político en España!”, al que por cierto Jordi Pujol ponía como modelo. Alavedra fue cooperador necesario de que parque Tibigardens fuera salvado por De la Rosa, y convidado de piedra de la apoteosis barroca del dinero de De la Rosa, el delincuente de guante blanco con más condenas en la historia de la empresa española. Luego De la Rosa lo frió —desde la cárcel— reclamándole árnica “por lo mucho que te he dado”.

Alavedra trajinaba y trajinaba, comisiones por colocar acciones de Cahispa (que no eran del 3% como denunció Pasqual Maragall, sino mucho más generosas); conseguía evitar el escándalo en Grup de Consellers Financers; intermediaba en los pagos al juez garbanzo negro de la Justicia, Luis Pascual Estevill. En su casa cerraron el trato José María Amusátegui y Juan Piqué Vidal (diciembre de 1992) Y se hizo de oro con el ya mencionado John Rosillo, que supuestamente le daba “money for nothing” (dinero por nada) al entonces consejero Alavedra, constituido en un auténtico broker del poder en Cataluña.

Son tiempos de poder en la regala de su yate de recreo Sunseeker 50 desde su casa de Llafranch hasta la caleta de El Bulli, para acceder por el exclusivo acceso desde el mar, desde el Dorotea IV. Así desde 1994, es decir ejerciendo cargo público, lo sabe la Costa Brava entera.

Hasta que una tarde, en la Casa del Canonges, alguien de confianza le dijo a Pujol: “President, Alavedra cobra por casi todo… Creo que tiene dinero en Suiza”. Era julio de 1997 y Pujol, tras algunas comprobaciones, decidió prescindir del incombustible Alavedra.

El dinosaurio del “sector negocios” de CDC llevaba 15 años en el Gobierno de Pujol. Le prepararon un mullido colchón jubilatorio. Él, sin embargo, no supo decir que no al dinero fácil de la corrupción con el PSC de Santa Coloma.

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