domingo, 28 de septiembre de 2008

Catorce asociaciones y tres partidos se manifestarán mañana en Barcelona contra la inmersión lingüística en la educación

También mostrarán su rechazo a la LEC, que evita aplicar la tercera hora de castellano en Cataluña

EUROPA PRESS

Catorce asociaciones y tres partidos políticos se manifestarán mañana en Barcelona contra el sistema de inmersión lingüística en la educación en Cataluña y para defender el derecho a escolarizar en castellano en las comunidades bilingües.

La manifestación, convocada por Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía (C's), que se iniciará a las 11.00 horas en la plaza Urquinaona de Barcelona, discurrirá por la Via Laietana para acabar en la plaza Sant Jaume --donde se encuentra el Palau de la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona--, sitio en el que tendrá lugar un acto reivindicativo presentado por el actor Toni Cantó.

En este acto también intervendrá el periodista Arcadi Espada, que leerá un manifiesto. Explicarán su experiencia "ciudadanos que han vivido en primera persona la discriminación lingüística en diferentes comunidades autónomas", informó C's. También confirmaron su asistencia intelectuales como Francesc de Carreras, Félix Ovejero y Iñaki Ezquerra.

El lema de la marcha, que cuenta con el apoyo de PP y UPyD, es 'No a la imposición lingüística en nuestras escuelas'. La manifestación la avalan hasta 14 asociaciones de toda España, con las últimas incorporaciones de Foro Ermua, Foro España Hoy, Juventudes Liberales, Asocolombia, Convivencia Cívica Catalana y Universitarios Liberales Demócratas.

Estas entidades se añaden a Asociación por la Tolerancia, Círculo Balear, Padres por la Libertad de Elección Lingüística del País Vasco, Cadeca, Acción Cultural Miguel de Cervantes, Cives Iure, Asociación de Profesores por el Bilingüismo, Unión de Guardias Civiles y Galicia Bilingüe.

C's hizo un llamamiento a la sociedad civil y a las instituciones para que se manifiesten mañana en Barcelona "en defensa del bilingüismo en las escuelas de Cataluña y del resto de comunidades autónomas en las que hay dos lenguas oficiales".

"BURLA" A LA CONSTITUCIÓN

Además, también mostrarán su rechazo a la futura Ley de Educación de Cataluña, porque esquiva la tercera hora de castellano y es una "burla" a la Constitución en materia lingüística al blindar la inmersión.

En este sentido, opinan que la no aplicación de la tercera hora de castellano en las escuelas catalanas es "un paso más en la política de ninguneo de la Generalitat hacia el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña", que en sentencias anteriores "obligaba" a la Generalitat a aplicar la tercera hora o la posibilidad de elegir el idioma de la primera enseñanza.

Esta manifestación es la primera de una serie de acciones reivindicativas que el partido anunció que llevará a cabo los próximos meses para "condenar la actuación del Gobierno Montilla en materia de educación y el silencio cómplice del Ministerio de Educación".

RECHAZO INDEPENDENTISTA

Las juventudes de ERC (JERC) expresaron mediante un comunicado su "oposición y rechazo frontal" a la manifestación de C's. Recordaron que el sistema de inmersión lingüística cuenta con el "aval de la Comisión Europea".

"El bilingüismo perverso que fomenta C's, y al cual se suma gratuitamente el PP, promueve una visión de un Estado lingüísticamente uniforme en el que el catalán y otras lenguas de la península quedan reducidas a simples expresiones folclóricas y regionales", censuran.

Por ello, "ante manifestaciones a favor de la imposición lingüística del castellano", las JERC creen "imprescindibles" medidas para fortalecer el catalán como "lengua vehicular de la sociedad".

sábado, 27 de septiembre de 2008

Boicot de Onda Cero y Punto Radio en Cataluña a Ciudadanos

Las emisoras Onda Cero y Punto Radio en Cataluña han decidido retirar simultáneamente una campaña contratada por Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía por ‘presiones de arriba’ y, según ellos dicen, por ‘ir en contra del catalán’, según ha podido confirmar El Confidencial.

El partido de Albert Rivera había contratado una campaña de publicidad para anunciar la manifestación que han convocado para este domingo a las 11.00h en Barcelona bajo el lema ‘no a la imposición lingüística en nuestras escuelas’ con la que pretenden denunciar la enseñanza ‘monolingüe en catalán’ en las aulas de Cataluña.

En la cuña publicitaria destacan que el Gobierno de José Montilla desoye las sentencias del Tribunal Superior de Justícia de Cataluña que obliga a las escuelas a dejar escoger a los padres –entre el catalán y el castellano- para educar a sus hijos en la primera enseñanza. Así mismo, ponen de manifiesto que a lo largo de su vida escolar los alumnos recibirán todas las asignaturas en catalán, excepto lengua española. Incluso afirman que darán menos horas de castellano que de inglés.

Una decisión simultánea

El contenido de las cuñas no ha gustado ni a una emisora ni a la otra que este mismo jueves han comunicado a Ciudadanos que iban a retirar la campaña. De hecho, Onda Cero no ha llegado a emitir ninguna cuña de las contratadas. La emisora comenta que “nos ha llegado de arriba y la casa ha estado de acuerdo” en cumplir.

Por su parte, la emisora de Luis del Olmo, Punto Radio, llegó a pasar dos anuncios por la radio “pero tras oírlos la dirección y ver que iba en contra de la lengua catalana han decidido sacarlos”. De hecho, Punto Radio considera que “somos una radio catalana y no podemos ir en contra nuestra”.

Pero esta versión era demasiado dura para contársela, sin más, a Ciudadanos. Por eso, la oficial ha sido que “no podían emitirla porque se nombraba a la Generalitat y eso no está permitido”. Ante esta explicación, el partido de Albert Rivera decidió volver a grabar la cuña, contando lo mismo pero omitiendo el órgano gubernamental.

Aún así, esta no ha sido una solución válida para la radio. Cuando Ciudadanos terminó de grabar la cuña, la emisora le reclamó presentar las sentencias a las que aludían para poder cotejar lo que estaban contando.

Para cuando el responsable de Punto Radio las haya leído, las pautas de publicidad para el fin de semana, más probablemente, estarán cerradas y sin posibilidad de modificación, por lo que se volverá a quedar fuera.

Ciudadanos siempre ha denunciado el boicot de los medios de Cataluña y su voluntad de omitirles, pero hasta el momento los espacios pagados, como la publicidad, se le habían respetado. Este domingo, Ciudadanos saldrá a la calle para denunciar ‘la imposición lingüística’ en las escuelas porque de momento la calle es gratuita.
Noticia publicada en EL CONFIDENCIAL, PERIODISTA DIGITAL, LA VOZ DE BARCELONA.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Una vez más, ¡vamos a hacer oír nuestra voz!


El próximo domingo, día 28 de septiembre, saldremos a la calle en Barcelona para manifestar nuestra oposición a la política de imposición lingüística en las escuelas catalanas, que está llegando a límites insospechados, con el beneplácito del Gobierno de España y sin tener en cuenta la voz de los colectivos afectados.


Ciudadanos – Partido de la Ciudadanía ha convocado a partidos políticos, sindicatos y asociaciones cívicas para que apoyen la manifestación, y muchas de esas entidades ya han hecho público su apoyo, confirmando la asistencia personal de sus dirigentes: Círculo Balear, Asociación por la Tolerancia, Convivencia Cívica Catalana, Galicia Bilingüe, Plataforma por la Libertad de Elección Lingüística, Asociación Cultural Miguel de Cervantes, CADECA, Profesores por el Bilingüismo, Civis Iuris, Foro España Hoy, Unión de Guardias Civiles, Partido Popular, Ciudadanos de Menorca, Unificación Comunista de España y Juventudes Liberales.


A las 11 de la mañana del domingo, desde la Plaza de Urquinaona iniciaremos nuestra marcha reivindicativa, que discurrirá por la Vía Layetana hasta Jaume I, para finalizar en la Plaza de Sant Jaume, frente al Palau de la Generalitat, donde se escucharán testimonios reales de la incomprensible política lingüística que se nos quiere imponer en todas y cada una de las comunidades bilingües. Toni Cantó presentará el acto y Arcadi Espada se encargará de la lectura del manifiesto que expone a la sociedad española las reivindicaciones que apoya Ciudadanos y que hacen suyas todas y cada una de las entidades participantes.


¡Tu presencia es importante! La tuya y la de tus familiares y amigos.


¡Es el momento de hacer oír nuestra voz! Hay que hacer patente nuestra voluntad de resistencia a una imposición que pasa sin miramientos por encima de los derechos de los ciudadanos.
Desde Ciudadanos solicitamos tu colaboración y te pedimos que difundas todo lo que puedas nuestra convocatoria.


¡Hasta el domingo!


Manuel García Bofill


Secretario General de Ciudadanos – Partido de la Ciudadanía

NOTICIAS RELACIONADAS:


Nuestros tres diputados en el Parlamento de Cataluña, han estado hoy presentes en los medios informativos, hablando entre otros temas de la manifestación del domingo 28. Puedes escuchar aquí sus intervenciones en la radio.


miércoles, 24 de septiembre de 2008

NO A LA IMPOSICION LINGÜÍSTICA

C's- Partit de la ciutadanía / partido de la ciudadanía, convoca pel proper 28 de setembre una manifestació contra la imposició lingüística a les escoles i pel bilingüisme. C's os convoca a la manifestació contra la imposició lingüística a les escoles i pel bilingüisme.

C's- Partit de la ciutadanía / partido de la ciudadanía, convoca el próximo 28 de septiembre una manifestación contra la imposición lingüística en las escuelas y por el bilingüismo. C's os convoca a la manifestación cotra la imposición lingüística.

martes, 23 de septiembre de 2008

A. Robles: 'La lengua propia de Cataluña'

Artículo publicado el 3 de febrero de ¡ 1996 ! en ABC.

Resulta curioso que doce años y medio después, este artículo todavía siga siendo tan vigente. Ello confirma que todo lo que podíamos esperar del nacionalismo, era totalmente previsible. Nunca cambiarán. Siempre pidiendo, y creando barreras entre su casta, y el resto de los ciudadanos ajenos a su club privado.

Desde que el líder independentista, Àngel Colom tuvo la extravagancia de atreverse a considerar al castellano como lengua territorial de Cataluña (Eduard Voltas, “La Guerra de la Llengua”) se ha abierto un debate subterráneo, solapado entre la realidad periodística y los estamentos políticos que promete una bocanada de aire fresco en esta sociedad tutelada. Pero aún no ha llegado a la superficie; y lo que de ella ha emergido sale viciado: se considera una patología lingüística lo que sólo es una realidad lingüística. Problemática, sí, pero tan sana como la pluralidad ideológica. La responsabilidad de este error interesado no nace de las declaraciones de Colom, son una consecuencia de la ambigüedad calculada que sobre el particular impusieron los nacionalistas en el Estatuto.

Dice así el artículo 3 del Estatuto de Cataluña en su apartado 2º: “El idioma catalán es el oficial de Cataluña, así como también lo es el castellano, oficial en todo el Estado Español“. Un experto en sintaxis, seguramente lo hubiera simplificado así: “En Cataluña hay dos idiomas oficiales, catalán y castellano”. Se dice lo mismo, con menos palabras y mucho más claro. Aunque esto último era lo que a lo peor se quería evitar, a juzgar por el equívoco que ya se había introducido en el apartado 1º del mismo artículo 3: “La lengua propia de Cataluña es el Catalán“. En este caso, un experto en Derecho Constitucional tendría motivos más que suficientes para preguntarse por qué los legisladores se empeñaron en hacer antropología lingüística en medio de un texto jurídico.

En un principio, la inclusión en el Estatuto de Cataluña del concepto de “lengua propia” pretendía especificar el estatus histórico que la lengua catalana poseía en Cataluña. Es decir, se hacía mención a que tal lengua era autóctona de este territorio, como el swahili de Kenya o el guaraní, de Paraguay. En ningún caso, tal concepto justificaba rango jurídico alguno sobre la lengua común española. Y así se vendió en su momento por parte de todos. Pero a la vuelta de los años, los nacionalistas gobernantes han convertido tal concepto histórico, en jurídico y por consiguiente, han legitimado una primacía de la lengua catalana sobre la castellana. Alguien me corregirá inmediatamente diciéndome que una y otra son oficiales. Evidentemente, pero al otorgarle un valor jurídico al concepto de lengua propia -aún a sabiendas que ni es constitucional ni lo avala el Estatuto-, permite a la retórica política gobernante legitimar una primacía de la lengua de unos catalanes sobre la lengua de otros. O lo que es lo mismo, permite legitimar los deseos de superioridad del mundo nacionalista sin caer en contradicción o en mala conciencia por imponer un idioma sobre otro.

La consecuencia inmediata de ese contrabando político es la imposición del monolingüismo en el Parlamento de Cataluña, en las escuelas públicas y en general, en las instituciones culturales, recreativas, políticas, económicas, religiosas etc. que domina el nacionalismo. Es decir, en casi todos. He aquí el origen del creciente descontento, por no decir conflicto, que ha generado la politización de la lengua. Sin embargo, los causantes efectivos de él siempre lo han negado.

¿Por qué todos los nacionalistas se han empeñado y se empeñan en negar el problema lingüístico de Cataluña? Respuestas hay varias. Destacaré dos sobre todas las demás: porque sus objetivos monolingüistas se imponen mejor en el silencio, y porque su nacionalismo está fundamentado en la lengua. Es decir, reconocer que existe problema a causa de la lengua, es aceptar que el nacionalismo es origen de problemas. Y, consecuentemente, es poner en cuestión la fuente, el instrumento de donde nace todo su poder. Pero hilemos más fino, ¿por qué ha sido elegida la lengua como signo de demarcación del nacionalismo? Porque el “hecho diferencial” del que emana la disculpa reivindicativa necesita algún elemento objetivo que evidencie la diferencia. No olvidemos -como nos recuerda Gabriel Albiac- que el nacionalismo ni es bueno ni es malo. El nacionalismo es excluyente o, sencillamente, ¡no es!. Y la lengua, en cuanto le permite diferenciar, le permite ser; es decir, le permite excluir. Más allá de la simulación bilingüista que el poder nacionalista debe sostener, la evidencia de esa verdad es hoy incontestable en Cataluña.

Lo cual debería hacernos reflexionar seriamente, tanto por la aberración que supone la “limpieza lingüística” que de ello se sigue, como por el silencio intencionado con el que se tapa la aberración. Sin embargo, los nacionalistas han conseguido que la utilización de la lengua como criterio de demarcación aparezca no sólo como inaplazable y justificado desquite de agravios históricos sino como irreprochable desde el punto de vista moral y político. El embotamiento al respecto es tan eficaz como unánimes los medios periodísticos y políticos puestos a su servicio. Ante situaciones como ésta, sólo la analogía nos puede sacudir las entendederas. Intentémoslo. ¿Se imaginan que el artículo 3 del Estatuto de Cataluña pusiese: “La raza propia de Cataluña es la blanca“? No, claro; no se lo imaginan. No obstante, si lo pusiese, no necesariamente supondría trato discriminatorio contra los ciudadanos catalanes de otras pigmentaciones. Un naturalista podría aclararnos que la mención a la raza propia sólo era una referencia de cariz histórico para especificar que la raza blanca era la autóctona de Cataluña. Claro, que si la especificación no sirviese para fundar derecho u obligación, ¿para qué diantres íbamos a malgastar artículos del Estatuto en poner lo que pertenece a las Ciencias de la Naturaleza? Como vemos, la referencia a la raza nos resulta inaceptable o gratuita. Nunca la admitiríamos como criterio étnico o como esencia de la nación catalana. ¡Raza catalana!. Su sola mención nos resulta grotesca.. Sin embargo, lo que para nosotros nos parece propio de bárbaros para otros ha sido o es signo inequívoco de derecho de ciudadanía. Hace sólo 3 décadas, el líder negro Martin Luther King moría asesinado a cuatro manzanas de la “Estatua de la Libertad” por pretender que los negros no fueran ciudadanos de segunda, y sus hermanos de color de la República Sudafricana han tenido que esperar a las puertas del siglo XXI para poder votar en un país en el que sólo votaban los blancos.

La analogía de la religión propia, al igual que la metáfora de la raza propia, desnuda y transparenta la sinrazón de “la lengua propia“. Nos frotaríamos incrédulos los ojos si un buen día abriésemos el Estatuto y leyésemos en su artículo tercero: “La religión propia de Cataluña es la cristiana“. Si además comprobásemos que nuestros políticos sólo considerasen como auténticos catalanes a aquellos ciudadanos que profesasen públicamente la “religión catalana”, entonces no nos frotaríamos los ojos, nos los sacaríamos. Afortunadamente, a ningún catalán cuerdo se le podría pasar por la cabeza semejante disparate. Pasaron los tiempos en que se confundía el poder religioso y el poder político. El Estado es aconfesional y sus ciudadanos pueden profesar la religión que prefieran o aborrecerlas todas si ese es su deseo. Sin embargo, sólo hace medio siglo el mundo asistió horrorizado a las matanzas genocidas que practicaron mutuamente hindúes y musulmanes en el proceso de creación de Pakistán e independencia de la India. La religión fue el criterio de demarcación sangriento. Millones de personas de religión musulmana llegaron al Pakistán -territorio desgajado de la India en el proceso de independencia para dar cobijo a los musulmanes- desde todos los lugares de la excolonia británica. Mientras, desalojaban ese territorio todas las que profesaban el hinduismo. Pueblos enteros fueron pasados a cuchillo mientras se dirigían a pie al Estado religioso respectivo. Sólo el horror de los campos de exterminio nazis pueden compararse a esta tragedia.

Incomprensible para nosotros, seríamos incapaces de sugerir que en Cataluña existe una religión propia y otras impropias. Pero como en la India, este criterio ha sido esgrimido por los exyugoslavos, servios, croatas y bosnios para odiarse y matarse durante años. Más o menos como los Irlandeses protestantes y católicos. En uno y otro caso, la lengua no es problema alguno. Como no lo fue el urdu y el hindi para hindúes y musulmanes. En el caso de los irlandeses, el 97 % de la población habla inglés, mientras croatas, bosnios y servios se han entendido en serbocroata sin fricciones. En todos estos casos el criterio de demarcación y la intolerancia consiguiente vienen impuestos por la religión, algo primitivo e inaceptable para nosotros. No creamos, sin embargo, que somos mejores que ellos. Aquí no tenemos religión propia e impropia, pero sí tenemos “lengua propia” y “lengua imperialista“, que es una manera como otra cualquiera de desacreditar a la lengua común española para poder considerarla impropia sin mala conciencia. Esto nos hace tan arbitrarios y excluyentes como el más injusto racista o el más fundamentalista de los religiosos. Aunque lo disimulemos beatamente con la ayuda humanitaria a Bosnia.

En el fondo, lo que aquí se está dilucidando con la utilización política de la lengua es la discriminación social. El concepto de “lengua propia” ha resultado ser un tocomocho para todos los castellanohablantes que de buena fe lucharon por recuperar los derechos de la lengua catalana y un criterio étnico de demarcación contra todos los que no dominan el catalán. Es bien evidente que tal criterio beneficia a unos ciudadanos y perjudica a otros, no sólo porque es efectivamente así, sino porque las reglas de juego de demarcación se han impuesto interesadamente por parte de una población contra otra, que no las dominaba ni estaba en disposición de dominar, en su mayor parte. Y benefician a unos, porque disfrutan de un espacio laboral donde una parte de la población no “fa nosa” y perjudica a otros porque, además de salir en desventaja en la disputa laboral, ven disminuidos día a día sus expectativas institucionales, despreciadas sus referencias culturales y eliminados sus derechos lingüísticos en la escuela. La consecuencia de ello no es sólo material, sino espiritual: la autoestima cultural disminuye al mismo tiempo que aumenta la asunción de la propia inferioridad. Es el camino al autoodio étnico que aún sufren algunas tribus amazónicas a consecuencia de la imposición cultural y lingüística de las misiones hispanolusas. O, sin ir más lejos, es el camino al resentimiento en que tantos catalanohablantes permanecen atrapados a causa del pasado desprecio franquista a la cultura y la lengua de tres millones de catalanes. Así no se cura una herida, así se infecta. Para muestra, un botón: La pretensión de imponer el uso preferente del catalán (cercano al monolingüismo) en el Ayuntamiento de Barcelona, pasando olímpicamente del 52% de sus ciudadanos que tienen en el castellano la lengua de uso cotidiano -según encuestas del propio Ayuntamiento- ha levantado ampollas en la ciudadanía. Hasta el punto que su alcalde, Pascual Maragall ha optado por retrasar su puesta en marcha. ¿Es tan difícil rotular, imprimir y atender en una y otra lengua en una institución pública como es el Ayuntamiento de Barcelona? ¿Acaso se le agrietan los cimientos al Corte Inglés por rotular escrupulosamente todos sus servicios en catalán y castellano…?

¡Hoy en Cataluña no hay sitio para dos lenguas oficiales!
Esa es toda la sabiduría que ha logrado destilar la lucha nacionalista por las libertades de Cataluña.

Antonio Robles, diputado de CIUDADANOS en el Parlamento de Cataluña

lunes, 22 de septiembre de 2008

La 'estelada' preside el pregón de las fiestas mayores de Esplugues de Llobregat

Noticia recogida en La Voz de Barcelona:

La bandera independentista de Cataluña ha sido colgada en el balcón del Ayuntamiento de Esplugas de Llobregat (Barcelona) durante el pregón de las fiestas mayores de esta localidad que se están celebrando estos días. Según todos los asistentes pudieron ver, la ‘estelada’ fue colocada por el concejal de ERC en el consistorio, Jordi Figueras.

El pregón fue pronunciado el pasado viernes por la doble medallista olímpica de natación sincronizada, Andrea Fuentes, en presencia de la alcaldesa, Pilar Díaz, del PSC.



Por cortesía de Llobregat Media TV, pueden ver un resumen de las fiestas, incluido el accidentado pregón:

sábado, 20 de septiembre de 2008

Esplugues en fiestas ¿para todos? ¿o solo para nacionalistas?


Un año más, llegan las fiestas a Esplugues de Llobregat. Los espluguenses, si es que la lluvia les deja, se lanzan a la calle para disfrutar de la fiesta. Una fiesta que debería ser cívica, ciudadana, alegre, y PARA TODOS.

Pero no es así, no es para todos. Al menos, yo no puedo sentirme incluido en una fiesta, en cuyo acto de inicio (el pregón de las fiestas), se hace junto a una bandera estelada, una bandera no legal, no oficial, que representa sólo a una parte muy pequeña de espluguenses, a aquellos que quieren que Cataluña sea un estado independiente. No es mi caso, soy espluguense, catalán, español, y europeo. Pero no me identifico con un nación inexistente, ni con ningún tipo de nacionalismo.




La bandera estelada no representa a todos los ciudadanos espluguenses, a diferencia de las 4 banderas que, en cumplimiento de la Ley de Banderas (ley 39/1981 de 28 de octubre, artículos 3.1 y 5) ondean habitualmente en nuestro Ayuntamiento.

Es por ello que, desde Ciudadanos - Partido de la Ciudadanía, deseamos hacer constar nuestra repulsa por este lamentable incidente, y exigimos al Ayuntamiento de Esplugues de Llobregat que:

1) Se abra expediente sancionador al concejal de ERC, Jordi Figueras, quien colgó la bandera estelada en el balcón del Ayuntamiento, según todo el mundo presente pudo ver, y confirmado por algunos medios informativos (Llobregat Media).

2) Se averigüe por qué permaneció la citada bandera desplegada en el balcón, mientras las banderas constitucionales estaban recogidas y enrolladas en sus mástiles, en el acto del pregón de las fiestas, y durante todo el discurso de la alcaldesa, Sra. Pilar Diaz.

3) Se averigüe por qué la policía local no actuó de inmediato al ver colgado en el balcón del ayuntamiento un símbolo no oficial, y que al ocupar un lugar oficial y preeminente podría vulnerar las leyes vigentes, además de la sensibilidad de gran número de catalanes no independentistas.

4) Se establezcan las responsabilidades de todos los implicados en este incidente, y se aplique la ley a quienes la hayan vulnerado.

Por supuesto, me reservo el derecho de ejercer las acciones legales y políticas que procedan ante un comportamiento ilegal, por acción u omisión, del Ayuntamiento de Esplugues de Llobregat, y del concejal directamente implicado.

jueves, 18 de septiembre de 2008

OTRA DIADA DIFERENTE: 11-S 2008 EN OSWIECIM (POLONIA)


Artículo escrito por JUAN RAMÓN TORRES, miembro del Consejo General de Ciudadanos (C's).


Mientras que en Cataluña el día 11 de septiembre festivo y nacional según la oficialidad gobernante, conmemorando la supuesta derrota ante la malvada España, unos reivindican la independencia de su pequeña y nueva nación, otros los más radicales queman banderas constitucionales españolas y francesas, así como retratos del Jefe del Estado, los míos, ciudadanos que aspiran a que se cumplan los derechos fundamentales de todos celebran la convivencia en la calle, denunciando la manipulación histórica de los mandamases instalados democráticamente en la Generalitat de Catalunya; este relator visitó Polonia y concretamente el día 12 se encontraba en el Museo al aire libre del campo de exterminio nazi de Auschwitz, Oswiecim en polaco.


Fue una mañana con tiempo nublado, gris, ambiente triste, y comprobó de primera mano que allá a 2.000 km. de Barcelona, en ese lugar, monumento al horror y a la barbarie de lo que es capaz el ser humano, algún nacionalista-independentista catalán, supongo y deduzco, ha exhibido su exaltación identitaria con la exposición inapropiada y fuera de lugar de su bandera, "la senyera" cuatribarrada.


Entre dos edificios con las ventanas tapiadas, hay un patio con una pared al fondo de color oscuro y agujereada, "El Muro de la Muerte" o "Muro Negro" donde se fusilaba a presos y otras víctimas del holocausto genocida de los nazis alemanes, siguiendo el macabro mandato de la solución final, detrás de este paredón se levantan unos mástiles para banderas, vacíos de cualquier enseña, excepto el del medio donde colgaba la de las víctimas asesinadas y exterminadas, de color blanco y azul, por lo del siniestro uniforme de rayas.


Al pie en el suelo, sencillas coronas de flores caídas y otros cirios anónimos, de pronto quedé sorprendido cuando observo impactado a la altura de la vista, una pequeña señera catalana bien visible, clavada en el muro desnudo de la vergüenza, allí estaba la solitaria banderita, la única que había, no existía ningún otro símbolo nacional reconocible.


Un visitante catalán inconsciente había dado la nota, quizás el fín era homenajear a las víctimas, a todas, sin embargo fue otra su intención, sin seguir el protocolo espontáneo de otros visitantes y turistas de otros lares seguramente más afectados por la barbarie cometida a sus antepasados, con ese acto poco respetuoso para la ocasión, se demostró y cumplió aquello de "el fet" (el hecho) diferencial, así como el victimismo político exagerado pujoliano y de otros líderes nacionalistas.


Pasaron centenares de personas, incluso estudiantes adolescentes enviados en autocares, sin mostrar públicamente sus orígenes y símbolos nacionales, salvo algún llamativo grupo escolar israelí desfilando y enarbolando en silencio la Cruz de David, pero el anónimo propagandista quiso expresar al mundo y exaltar su identidad y reafirmación catalana, dejó el mensaje de que son una nación, incluso en el infierno, en aquél campo de recogimiento y silencio sepulcral sin bandera, ni lengua propia, ni himno guerrero patriótico.


Esta demostrativa muestra de expansionismo internacional pancatalanista se complementa con la anécdota de otro turista de nuestra querida tierra, cámara filmadora en mano, tal vez alegremente emocionado por el hecho de encontrarse con su simbólica senyera y lo que representa, allí burdamente colocada, éste, dos días antes espetó coloquialmente en una comida en la ciudad de la Solidaridad, "Yo a los franceses, para joderlos, sólo les hablo en catalán", o como otro del mismo espectro político que sentenció seguro de sí mismo "España es un país muy centralista".


Vivir para ver y entender que nos queda mucho camino por recorrer y convencer de que hay otras vías no excluyentes y de más igualdad entre los ciudadanos.


Nizkor. (Recordaremos, en hebreo).

JUAN RAMÓN TORRES MARTÍN

martes, 16 de septiembre de 2008

C's celebra la ilegalización de ANV y espera que el TC ajuste el Estatuto a la legalidad



Ciudadanos espera un resultado favorable a los recursos presentados contra el Estatuto.


16/09/2008 Europa Press


C's celebró hoy la ilegalización de ANV por parte del Tribunal Supremo (TS) y la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) que declara ilegal la consulta del lehendakari, Juan José Ibarretxe, y deseó un resultado similar sobre los recursos presentados contra el Estatuto.


En declaraciones a Europa Press, el diputado de C's en el Parlamento autonómico Antonio Robles opinó que "cualquier ciudadano que respete el Estado de Derecho y la Constitución tiene que estar de enhorabuena" con la decisión del TS. Para Robles, la ilegalización de ANV es adecuada porque es una "máscara" de HB.


Tras la sentencia del TC respecto a la consulta de Ibarretxe, el diputado de C's celebró que las últimas decisiones judiciales vayan "en detrimento de toda esta ilegalidad que se está instaurando en las autonomías".


Según él, aunque parece lo contrario, estas dos decisiones "tienen mucho en común", ya que "cuando peor parecía que estaba el Estado aguantando los envites nacionalistas, la justicia demuestra que el Estado funciona".


El "tercer paso" de esta operación sería una sentencia del TC que recortara el Estatut, sobre el que opinó que "ningún miembro del Constitucional puede votar a favor" de ciertos artículos del texto catalán que establecen que la soberanía reside en el pueblo catalán.

domingo, 14 de septiembre de 2008

La prensa catalana: una vergüenza mediática

Publicado en LA VOZ DE BARCELONA




Un año más hemos asistido a la vergüenza del silencio mediático en torno a Ciudadanos - Partido de la Ciudadanía el día de la Diada. Ningún medio escrito ha recogido una sola referencia ni fotografía del acto que este partido celebró en Barcelona ante 400 milintantes y simpatizantes. Por contra, eso sí, las páginas de los diarios han recogido ampliamente la quema de banderas españolas, las manifestaciones independentistas e incluso los insultos en los actos institucionales. ¿Prefieren los medios españoles -e incluyo a los medios catalanes, por supuesto- el morbo y la violencia al seny?

Debe ser eso. El 11 de septiembre, Albert Rivera destacaba precisamente que Ciudadanos es la Cataluña del seny, ese famoso séptimo sentido catalán que podríamos traducir como: sentido común conjugado con respeto. Ciudadanos realizó un acto modélico, con presencia de prestigiosos ponentes, con una escenificación antiestelada, con una intervención brillante de Rivera y una ofrenda floral a las víctimas del atentado del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, del golpe de Estado de Chile de 1973 y del reciente accidente de Barajas.

Los asistentes vibraron al quitarse una venda de los ojos que era la estelada y lanzarla al aire. Vibraron ante el sentido común que destilaba el encuentro, ante las verdades, ante las denuncias… Pero los medios escritos de este país -incluyan de nuevo Cataluña, por supuesto- ni siquiera aparecieron para comprobarlo. Y así, se perdieron el único acto, celebrado en Cataluña, representativo de esos catalanes y catalanas que opinan de forma diferente, que reclaman una Diada cívica, festiva. Esos catalanes que abominan de amenazas crematísticas y excesos verbales, que nunca invitarán a la insumisión fiscal o gritarán independencia. Esos catalanes, curiosamente, que no reciben grandes subvenciones de la Generalidad, ni parecen merecer el interés de los medios. Ninguno. ¿Por qué?

Pepa López es la secretaria de Marketing y Prensa del Comité Ejecutivo de Ciudadanos - Partido de la Ciudadanía.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Discurso de Jesús Laínz en la No-Diada: La Inquisición nacionalista.

Por su elevado interés didáctico, y desmitificador de la mitología nacionalista, victimista, y masoquista, a la que nos tienen acostumbrados los políticos catalanes, recojo a continuación el discurso de mi paisano y amigo Jesús Laínz.


11 de septiembre, en Barcelona:

Antes de nada he de agradecer a Ciutadans y especialmente a Albert Rivera su invitación para estar aquí hoy compartiendo este rato con todos ustedes en este pequeño rincón de heterodoxia.

Para mí es un inmenso placer estar con ustedes en esta maravillosa ciudad porque confieso ser un impenitente pecador. Y la oportunidad de venir a pecar contra todos los mandamientos de la Santa Iglesia de lo Nacionalistamente Correcto precisamente aquí, en Barcelona, era una tentación en la que ha sido un placer caer. Porque el principal problema de la España de hoy, que condiciona la vida política de todos los días, es la Inquisición nacionalista, sobre todo la vasca y la catalana, pero no sólo de ellas, pues han logrado contagiar a casi todas las demás provincias españolas. He dicho nacionalistas, pero me gusta más decir separatistas, pues al decir nacionalismos parece que se les está concediendo que hay algo nacional detrás de sus planteamientos, lo cual es concederles demasiado.

El ideario nacionalista gira en torno a dos ejes centrales: el momento fundacional y el agravio. Sin esos dos ejes, los nacionalismos no podrían existir.


El primer eje es el momento fundacional, es decir el momento del pasado en el que los nacionalistas hacen arrancar su nación. Pueden ser varios, intercambiables según convenga. En Cataluña suele ser Wifredo el Velloso, al que han hecho padre de la nación catalana desde un momento histórico en el que ni el propio concepto podía concebirse. También suele echarse mano del conde Borrell y, cómo no, de Jaime I. Porque fíjense en un hecho curioso: los nacionalistas, que siempre estan llorando por lo que les hizo y hace sufrir el imperialismo español, siempre escogen como momento arquetipo de la nación a recuperar el de más extensión territorial. Aquí es Jaime I, del que arranca la locura ésa de los Països Catalans que incluyen Valencia y Baleares; y en el caso vasco, qué casualidad, Sancho el Mayor, momento de mayor expansión del reino de Navarra.

Lo importante de este momento fundacional es que los separatistas están convencidos, y no hay quien les baje de su dogma, que probando la existencia de un reino, un condado, un ducado o un señorío en algún lejano siglo de la Edad Media, cuanto más lejos mejor, se obtiene el justo título para la secesión en el futuro. Que cuenten eso los separatistas en cualquier otro país de Europa, tan divididos en ducados, reinos y señoríos medievales como España, y verán las carcajadas que les dedican.

Pero de los ejes ideológicos de los separatistas que antes mencioné, es el segundo el que hoy nos importa: el del agravio. Porque sin un gran agravio nacional, sin un gran atentado colectivo contra la nación no hay nacionalismo que valga. Aquí también se da la intercambiabilidad: los agravios pueden ser varios, y se pueden utilizar, como comodines de la baraja, según convenga en cada momento. Ahí están, por ejemplo, el compromiso de Caspe, el Conde Duque de Olivares o Franco. Pero sobre todo está Felipe V y el famoso 11 de septiembre de 1714. Sin este mito nacional, perdón, sin el falso mito falsamente nacional del 11 de septiembre el nacionalismo catalán no tendría razón de existir. Fíjense si tiene valor simbólico este mito que Carod Rovira ha anunciado que el gran referéndum nacional catalán habrá de celebrarse dentro de seis años, el 11 de septiembre de 2014, tercer centenario del fin de la independencia de Cataluña. Según este mito, Cataluña habría sido independiente hasta ese momento, en el que España habría conquistado Cataluña por la fuerza de las armas. Y los bandos contendientes en 1714 serían los catalanes contra los españoles. Pero cualquiera que haya abierto alguna vez un libro de historia no contaminado por la esquizofrenia nacionalista sabe que en 1714 no se enfrentaron catalanes contra españoles, sino españoles de todas las regiones, partidarios de un candidato al trono de España contra otros españoles, de todas las regiones, partidarios de otro candidato al trono de España.

Por muchos intentos que haga la Santa Inquisición de lo nacionalistamente correcto, la mentira nacionalista se cae por todas partes:

-No es cierto que los catalanes fuesen austracistas y los castellanos borbónicos, pues catalanes y castellanos los hubo por igual en ambos bandos.


-Muchos de los más importantes gobernantes castellanos fueron austracistas, mientras que en Cataluña hubo comarcas enteras que se destacaron por su borbonismo. El archiduque Carlos hasta fue recibido triunfalmente en Madrid como rey de España.


-El famoso 11 de septiembre de 1714 combatieron igual número de catalanes a un lado y al otro de las trincheras, pues aunque la Inquisición lo oculte, el ejército de Felipe V estaba lleno de voluntarios catalanes.


-No sólo todos los catalanes no fueron austracistas, sino que los que lo fueron no tuvieron nada de separatistas. Si los nacionalistas de hoy pudiesen viajar en el tiempo en la máquina de H. G. Wells y les dijesen a los catalanes de 1714 que estaban muy contentos de saludar a sus antecesores en la lucha contra España, les encerrarían en un manicomio. Los catalanes austracistas presumían de ser los más españoles de todos. La opción por el candidato habsburgo estuvo motivada fundamentalmente por el apego de los catalanes hacia la Castilla habsbúrguica y por su rechazo a la Francia borbónica, a la que veía como enemiga de España.


-Los catalanes que lucharon y murieron el 11 de septiembre lo hicieron en defensa de España, del rey de España y de la libertad de España, y consideraban que los españoles que apoyaban a Felipe V estaban engañados, como textualmente escribió Rafael Casanova. Esta defensa de la España tradicional frente a las influencias extranjeras fue recordada por el más insigne pensador del conservadurismo español, Marcelino Menéndez Pelayo, quien consideró la victoria de Felipe V una desgracia para España:


"No es ciertamente agradable ocupación para quien quiera que tenga sangre española en las venas, penetrar en el oscuro y tenebroso laberinto de las intrigas que se agitaron en torno al lecho de muerte de Carlos II, y ver a nuestra nación, sin armas, sin tesoros ni grandeza, codiciada y vilipendiada a un tiempo mismo por los extraños; repartida de antemano y como país de conquista en tratados de alianza, y luego sometida a vergonzosa tutela, satélite humilde de Francia, y perder sus mejores posesiones de Europa por el Tratado de Utrecht, en que inicuamente se la sacrificó a los intereses de sus aliados, y perder hasta los últimos restos de sus sagradas libertades provinciales y municipales, sepultadas bajo los escombros humeantes de la heroica Barcelona (...) ¡Cuánto padecieron con la nueva dinastía el carácter y la dignidad nacionales! ¡Cuánto la lengua! ¡Cuánto la genuina cultura española, la tradición del saber de nuestros padres! ¡Cuánto su vieja libertad cristiana, ahogada por la centralización administrativa! (...)".


Seguro que nuestros ilustradísimos separatistas están muy contentos de saber que opinan lo mismo que Menéndez Pelayo.

Pero las interpretaciones sobran, ya sean de Menéndez Pelayo o de cualquier otro. Hay un método infalible para conocer y comprender los hechos históricos, y es contemplarlos en su desnudez, acudir directamente a las fuentes. Las fuentes tienen una gran virtud: dejar en evidencia a los falsarios.


Y qué mejores fuentes que las palabras de los dos principales protagonistas del 11 de septiembre que hoy celebramos: Antonio de Villarroel, el jefe militar a cargo de la defensa de Barcelona, y Rafael Casanova, el conseller en cap. El primero arengó a los combatientes con estas palabras:
“Señores, hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios”.

En cuanto al segundo, ése al que hoy los separatistas y asimilados van a ponerle flores como caudillo independentista contra España, escribió lo siguiente el 11 de septiembre de 1714 a las 3 de la tarde para convocar a los barceloneses a defender las murallas de Barcelona por última vez:
“Se hace también saber que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus empleos explican, declaran y protestan a los presentes, y dan testimonio a los venideros, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, protestando de los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida patria, y del exterminio de todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados, y todos en esclavitud del dominio francés; pero se confía, con todo, que como verdaderos hijos de la patria y amantes de la libertad acudirán todos a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España”. Este es el caudillo independentista al que hoy homenajean los separatistas e imitadores.

Y las mismas descomunales mentiras se vierten sobre cualquier momento histórico, cercano o lejano. Es fácil rebatirlas, pero la técnica de los nacionalistas es ir saltando de mito en mito según se los van anulando. Y cuando ya no les queda ninguno, se agarran al argumento sentimental: “Es que yo me siento catalán y, por lo tanto, no soy español”.

Pero el problema de este argumento probatorio es que no prueba nada. Yo también podría darme aquí golpes de pecho explicando que me siento Brad Pitt y no por ello voy a ser Brad Pitt, para disgusto de mis admiradoras. Y ya podrá la mitad más uno de los catalanes proclamar a los cuatro vientos que se sienten íntima y profundamente marcianos, que no por ello las mágicas potencias de las urnas les van a convertir en marcianos.

Además, la pregunta esencial que deben responder nuestros sentimentales separtistas es la siguiente: muy bien, usted se siente catalán y, por lo tanto, no español. Pero, sin toda esa riada de mitos que acabamos aquí de desvelar y que usted, uno a uno, me ha ido concediendo que son mentira, sin todos esos argumentos que han construido en usted una identidad falsa y que le han empujado a usted a odiar a España, ¿diría usted lo mismo? ¿Sostendría usted que es catalán y no español? La respuesta, evidentemente, es NO.

Si las causas de su sentimiento nacional son falsas, ¿cómo es posible seguir manteniendo las consecuencias? No es posible admitir la falsedad de las causas y sostener la legitimidad de las consecuencias.

Nadie sabe qué deparará el futuro a Cataluña y si la esquizofrenia separatista finalmente conseguirá sus delirios. Pero una cosa es segura: si la defensa de la identidad catalana, si la construcción de la nación catalana, pasa por la falsificación sistemática de dicha identidad, por el ocultamiento, por la manipulación educativa, por la censura de las opiniones discordantes, por la imposición lingüística, por la incitación al odio, por la mentira continua, esa Cataluña del futuro no será otra cosa que un inmenso, odioso y vergonzoso fraude.

viernes, 12 de septiembre de 2008

La prensa escrita oculta la Diada alternativa y cívica de C's

Nuevamente ha sucedido. Ciudadanos reúne a más de 300 personas, rechazando los actos nacionalistas oficiales de la Diada, y ¡no es noticia! Los medios de comunicación escritos, la televisión, y la mayoría de los medios en internet, IGNORAN DELIBERADAMENTE A C's. En su lugar, prefieren dar escenas de separatistas subvencionados colgando esteladas, quemando banderas y fotos del Rey, e insultando y amenazando a los políticos catalanes. ¡Muy bonito! esa es la imagen que transmiten de Cataluña al resto de España, así no me extraña que exista una "desafección" entre los catalanes y el resto de los españoles, pero en ambas direcciones.

Afortunadamente, todavía quedan unos pocos medios, como LA VOZ DE BARCELONA, que recogen en sus páginas los eventos organizados por Ciudadanos.




Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía ha celebrado este mediodía en Barcelona, por tercer año consecutivo, un acto alternativo a los institucionales de la Diada para reivindicar que dicha festividad se traslade al 23 de abril, San Jordi, en lugar de mantenerlo el 11 de septiembre, fecha reivindicativa para el nacionalismo catalán.

Ante más de 300 personas -una elevada participación, si se tiene en cuenta que al acto institucional de ofrenda floral al monumento de Rafael Casanova han asistido alrededor de 500-, el presidente del partido y diputado autonómico, Albert Rivera, ha recordado que gracias a Ciudadanos, la Ley de Banderas se cumplirá en, al menos, dos ayuntamientos y ha señalado que es incomprensible que el PP acuda a poner flores a “un mito nacionalista” en una estatua con una bandera estelada.

Rivera también ha criticado las elevadas subvenciones que el Gobierno autonómico presidido por el PSC-PSOE concede a entidades que defienden la separación de Cataluña de España y que convocan manifestaciones independentistas, y ha reprobado la adhesión de UGT a un manifiesto que dice explícitamente que no acatarán la sentencia del Estatuto de Autonomía de Cataluña que dicte el Tribunal Constitucional.

En el acto, desarrollado en la avenida Josep Tarradellas, también han intervenido el catedrático de Derecho Constitucional, Francesc de Carreras, y el escritor Jesús Lainz, que ha recordado las figuras de Rafael Casanova y Antonio Villarroel, mitos del nacionalismo catalán de 1714.

Durante el acto se ha escenificado la retirada de una venda de los ojos, en forma de bandera independentista, simbolizando las falsedades históricas en la que se basan las reivindicaciones de los partidos nacionalistas de Cataluña.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Nos vemos en la Av. Tarradellas, a las 12:30

Para contrarrestar la permanente manipulación nacionalista, ven a la concentración didáctica organizada por CIUDADANOS - Partido de la Ciudadanía




El 11 de septiembre es una fecha que ha sido manipulada por los nacionalistas. Los hechos que celebran no se corresponden con la realidad histórica. Se trata de mentiras deliberadas que sirven a sus autores para construir una imagen irreal y de confrontación. El 11 de septiembre se reivindica una nación catalana que en realidad nunca ha existido, negando la única nación que ha otorgado a los catalanes y al resto de los españoles la condición de ciudadanos.

Por ello, Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía propone celebrar la Diada de Cataluña el día de Sant Jordi, por ser el fiel reflejo de la sociedad abierta, plural, cosmopolita y que mira al futuro que siempre ha sido Cataluña, frente a la comunidad inventada, imaginada, identitaria, dividida y que mira al pasado que representa la Cataluña de la Diada del once de septiembre.

ASIMISMO, en este acto se rechazará el uso de la bandera independentista, la estelada, en los más de 40 ayuntamientos catalanes que ya han anunciado que la izarán en sus balcones el 11 de septiembre.
Una vez más y recogiendo el sentir mayoritario de la militancia Ciudadanos - Partido de la Ciudadanía no participará en ninguno de los actos institucionales programados para celebrar la Diada de Cataluña, cada vez más convertida en un día de exaltación nacionalista.
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Este año, de nuevo, nos concentraremos en Barcelona, a partir de las 12:00 horas, ante el monumento del que fuera Presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, en la confluencia de la avenida que lleva su nombre con las calles Entenza y Paris. Otra vez denunciaremos la farsa nacionalista que ha convertido en Cataluña lo que fue una Guerra de Sucesión, impulsada por las potencias europeas y por las élites españolas (también, por supuesto, la catalana), en una quimérica Guerra de Secesión tras la que los catalanes habrían sido "sojuzgados por la Castilla imperial".

El acto se iniciará a las 12:30 horas, con puntualidad estricta, y contará con la intervención del profesor Francesc de Carreras, del abogado y ensayista Jesús Laínz y de nuestro presidente, Albert Rivera. Al acto asistirán también nuestros diputados autonómicos, Pepe Domingo y Antonio Robles, y la mayoría de nuestros cargos electos.

Como muestra de la obra de mi paisano el abogado y ensayista montañés Jesús Laínz, transcribo a continuación el texto de la ponencia que, en el seno del curso "España como concepto progresista", presentó en agosto de 2007 a quienes tuvimos la fortuna de asistir al mismo.

España, ¿nación imperfecta?
Jesús Laínz
En este recién estrenado siglo XXI la vieja Europa ha dado el primer paso hacia un viejo sueño hasta ahora frustrado: su unión política. La comunidad cultural y religiosa de este rincón fundacional de la Civilización Occidental no se había visto acompañada de una dirección política que unificase voluntades por encima de los intereses de cada nación. Varias veces en la historia se intentó por la fuerza de las armas y de la hegemonía política, pero siempre acabó desmoronándose ante las rivalidades nacionales.

La Unión Europea, hija de la Comunidad Económica creada tras la Segunda Guerra Mundial, parece que finalmente ha conseguido agrupar a veinticinco naciones bajo una Constitución que habrá de esperar aún un tiempo para ser aprobada. Y, paradójicamente, la primera nación en acudir a las urnas con este propósito ha sido la única de esas veinticinco cuya existencia futura sigue siendo seriamente cuestionada por una parte considerable de su ciudadanía. Ningún otro país de Europa –ni siquiera la dual Bélgica– se cuestiona su existencia nacional, mientras que en España el debate sobre su esencia domina el discurso político por encima de problemas más acuciantes e influyentes para la vida de los ciudadanos.

La existencia de importantes partidos nacionalistas en el País Vasco, Cataluña y, en menor grado, Galicia, condiciona grandemente la vida política tanto de sus respectivas comunidades autónomas como de la nación en su conjunto. Y la impregnación de su ideario en sectores no desdeñables de opciones políticas en principio alejadas de reivindicaciones nacionalistas parece confirmar la imperfección nacional de un Estado perpetuamente amenazado, al menos desde hace un siglo, por la fragmentación.

Los diversos movimientos nacionalistas, desde su nacimiento a finales del siglo XIX, han explicado desde enfoques históricos, lingüísticos y culturales la inexistencia de un verdadero cuerpo nacional que justificase la existencia del actual Estado español, al que consideran un ropaje artificial que engloba a varias naciones cuyo destino natural debiera ser la separación. Los padres de los nacionalismos vasco y catalán, Sabino Arana y Enric Prat de la Riba, así lo enunciaron; y sus continuadores, desde José Antonio Aguirre o Rovira i Virgili hasta los actuales representantes de los diversos partidos nacionalistas, de izquierda o derecha, han continuado sosteniéndolo sin variación.

La fragmentación regnícola de la España medieval es uno de los argumentos centrales del discurso nacionalista. Como no existió un único reino de España en la Edad Media –lo cual tampoco es exacto pues ello implicaría olvidar tres siglos de reino visigodo–, no tiene justificación la existencia actual de un Estado que englobe a aquellos reinos. Sin embargo, esta creencia parte de la falsa premisa de que la existencia de un reino, principado, señorío, ducado o república en el pasado es el justo título para futuras autodeterminaciones, argumento que en cualquier otro país de Europa sería tomado a broma. Además, esa fragmentación medieval no representa especialidad alguna. Lejos de ser la excepción, es la norma que se cumplió en toda la Europa de aquellos siglos. Francia, por ejemplo, desde la partición entre los hijos de Clodoveo en el siglo VI, pasando por la división del Imperio carolingio entre los herederos de Carlomagno en el IX hasta la unificación en tiempos de Juana de Arco, contempló en su suelo durante mil años una fragmentación en reinos sin paralelo en número y variabilidad en la historia medieval de España. A comienzos del siglo VIII, mientras en España había un solo reino visigodo, Inglaterra estaba dividida en siete: East Anglia, Essex, Kent, Sussex, Northumbria, Mercia y Wessex. No en vano se conoce aquella época como la Heptarquía. Esto es lo que sucedía sólo en Inglaterra propiamente dicha, pues escotos y galeses (restos de los britanos previos a las invasiones germánicas) seguían su propio camino. Y en el siglo IX la invasión danesa puso fin a la Heptarquía y provocó la división de Inglaterra en una mitad danesa y otra sajona. En Alemania, la desmembración del Imperio con la Paz de Westfalia (1648) conllevó la creación de 309 Estados. En tiempos más recientes, como los de la Confederación Germánica de 1815, ya se contaban solamente 39 Estados. Cuando Mazzini levantó la bandera del nacionalismo italiano, Italia estaba dividida en ocho Estados. Piamonte, Lombardía y Roma dependieron de entidades estatales distintas y enemigas hasta hace algo menos de un siglo y medio. De igual modo, Génova, Pisa y Venecia fueron repúblicas independientes y enemigas hasta tiempos bastante más recientes que los de la unificación de Isabel y Fernando. No parece, pues, que la existencia de varios reinos en la España medieval sirva como argumento para la negación actual de la realidad nacional de España.

La unificación de los reinos de Castilla y Aragón en 1492 y la conquista de Navarra en 1512 son argumentos asimismo utilizados por los ideólogos nacionalistas para probar lo reciente y artifical de lo español, casi como una exigencia de mayor antigüedad para que pueda considerarse consolidado el hecho nacional. Sin embargo, aparte de que precisamente hasta los siglos XV-XVI no empezaron a surgir los Estados nacionales como hoy los conocemos, naciones tan aparentemente consolidadas como Francia concluyeron su construcción muchos siglos después que España. Varias de sus actuales provincias no se incorporaron a lo que hoy conocemos como Francia hasta fechas muy recientes. El Franco Condado no se incorporó al reino francés hasta el reinado de Luis XIV, en 1678. En tiempos bastante más cercanos, Avignon se incorporó al reino de Francia en 1791. Y todavía hubo que esperar hasta 1860, durante el reinado de Napoleón III, para que Saboya y el condado de Niza pasasen a formar parte de Francia. En cuanto a Italia y Alemania, su unificación no ha cumplido aún ni siglo y medio frente a los más de cinco de España.Las rivalidades y enfrentamientos bélicos entre los reinos hispánicos medievales también suelen ser utilizados por los nacionalistas para probar la inexistencia de una conciencia común de hispanidad en nuestros antepasados. Efectivamente, los distintos reinos de España, que nacieron como centros de resistencia al poder musulmán, se desarrollaron separadamente y crearon instituciones jurídicas y estatales diferentes. Pero España, lejos de ser una excepción por su fragmentación, experimentó una unidad metapolítica difícil de comprender para aquellos países que no tuvieron que luchar en su suelo durante siglos contra un enemigo común definido por un antagonismo invencible como lo era el religioso. Evidentemente los reinos cristianos no siempre disfrutaron de paz entre sí, luchando muchas veces entre ellos por ambiciones de los reyes, por conflictos territoriales y por la hegemonía política, pero siempre pervivió, por encima de estas pugnas, la idea de ser todos herederos de una España perdida en Guadalete y que todos estaban obligados a recuperar, como puede encontrarse en las obras de numerosos autores de aquellos siglos como Muntaner, Desclot, Tomich, Jaime I, Jiménez de Rada o Alfonso X. Los monarcas cristianos celebraron numerosos tratados para repartirse las tierras ganadas a los musulmanes, y, lo que es más significativo, las que estaban aún por ganar, lo que demuestra su conciencia de estar embarcados en una tarea común. En ninguna otra parte de Europa se tuvo esta común conciencia de un derecho y una obligación de conquistar unas tierras que se consideraban propias e irredentas. No hay otro caso en la historia de Europa en el que unos reinos medievales surgidos de la fragmentación señorial y territorial causada por el desmoronamiento de un reino, encaucen su devenir histórico, a pesar de las rivalidades propias del medievo europeo, hacia una tarea común y hacia una progresiva reunificación, concebida desde siglos antes de Isabel y Fernando como el remedio al mal que significaba la partición de los reinos. Por otro lado, enfrentamientos bélicos pueden encontrarse a lo largo y ancho de la historia en cualquier país europeo, y hasta tiempos muy recientes. Los enfrentamientos, por tierra y mar, entre las repúblicas, reinos y ciudades italianas llenaron toda la Edad Moderna. Prusianos y bávaros se enfrentaron bélicamente en 1866, cuatro años antes de la guerra francoprusiana. Por el contrario, una guerra entre regiones españolas en la segunda mitad del siglo XIX es inimaginable.

Lo mismo puede afirmarse de la estabilidad de las fronteras españolas, sobre todo si la comparamos con la de otros países europeos aparentemente más estables que el nuestro. Desde hace medio milenio la única modificación en el mapa español fue la pérdida del Rosellón en el siglo XVII, comarca catalana que, por cierto, protestó duramente contra dicha anexión y reclamó su vuelta a España durante al menos dos siglos. Por el contrario, Alsacia y Lorena han estado largo tiempo dando tumbos entre Francia y Alemania; Polonia es un país flotante que ha cambiado de forma, tamaño y ubicación numerosas veces a lo largo de la historia; y en cuanto a la Alemania actual, se trata de un país irreconocible si lo comparamos simplemente con el de principios del siglo XX, el doble de grande y extendido sobre inmensas extesiones de terreno hoy pertenecientes a Polonia, Chequia y Rusia, lo que ha causado, por ejemplo, que Kant, nacido alemán de Königsberg, quizá pudiese ser considerado hoy ruso de Kaliningrado.

En cuanto a las poblaciones, no hay duda alguna sobre los límites de lo español, lo cual no es tan fácil de afirmar en el caso de los alemanes, con millones de ellos fuera de sus fronteras desde hace siglos, como los alemanes del Bánato, de Transilvania y del Volga –deportados masivamente durante la Segunda Guerra Mundial al Asia Central–. Por lo que se refiere a Austria y a su hoy indiscutida personalidad nacional, quizá pudiera recordarse su entusiasta recepción de los tanques que les incorporaron a la Alemania hitleriana y su posterior aprobación en referéndum por mayoría aplastante, así como su negativa a formar nación aparte de Alemania en 1918, deseo de inexistencia nacional que no fue permitido por las potencias vencedoras que, en cambio, aplicaron el principio de las nacionalidades con frívola generosidad para desmembrar el Imperio Habsburgo. Así lo explicó el austríaco Stefan Zweig:“Según toda previsión humana, aquel país artificialmente creado por las naciones victoriosas no podía existir en forma independiente y –todos los partidos, los socialistas, los clericales, los nacionalistas, lo clamaban al unísono– tampoco lo quería. Por primera vez en la historia, que yo sepa, se produjo el caso paradójico de que se obligara a un país a aceptar una independencia que rechazaba. Austria quería unirse de nuevo con los antiguos Estados vecinos o con la Alemania étnicamente afín, pero de ningún modo deseaba llevar, en aquella forma mutilada, una humilde existencia de mendigo. Los Estados vecinos, en cambio, se negaban a aceptar la unión económica con Austria, en parte porque la consideraban pobre, y en parte porque temían un retorno de los Habsburgo. La unión con Alemania, en cambio, fue prohibida por los aliados, para no fortalecer a la Alemania vencida. De suerte, pues, que se decretó que la República Austríaca debía subsistir. A un país que se negaba a hacerlo –caso único en la historia– se le ordenó: Tienes que existir”[1].
Conflictos civiles como la revuelta de 1640, la Guerra de Sucesión y las Guerras Carlistas también son aportados por los nacionalistas como pruebas de la sangrienta marcha hacia una forzada y antinatural integración de España. Pero ninguno de esos eventos tuvieron tinte nacional alguno, sino que respondieron a conflictos sociales, dinásticos, ideológicos y religiosos ajenos a toda motivación de tipo nacionalista. En otras naciones sufrieron parecidos estallidos violentos en épocas similares –guerras civiles y dinásticas en Inglaterra; guerras de religión en la Francia del siglo XVI, la Fronda en la del XVII y alzamientos realistas en la revolucionaria, etc.–.

Incluso la guerra civil es presentada como un conflicto más, el último, entre naciones. A pesar de la evidencia de que la de 1936-39 fue una guerra que enfrentó a media España contra la otra media por motivos ideológicos, dividiéndose vascos y catalanes entre ambos bandos al igual que los demás españoles, los nacionalistas continúan agitando esta enorme impostura con objetivos políticos concretos como la rehabilitación de la memoria de Companys o la segregación del Archivo de Salamanca.

Junto a la historia, la existencia de varias lenguas en territorio español es también utilizada para probar la inarticulación nacional de España. Partiendo de la superstición de que lengua es igual a nación, se argumenta que España no es una nación debido a la coexistencia de varias lenguas en su territorio, lenguas correspondientes, cada una de ellas, a una nación diferente. Pero la existencia de una lengua no prueba la existencia de una nación; lo único que prueba la existencia de una lengua es la existencia de una lengua. Además, según esa regla, Cataluña, una de las naciones reivindicadas, tampoco lo sería puesto que, aparte de su secular bilingüismo, en el Valle de Arán no hablan catalán, sino aranés. En Francia, modelo de Estado unitario y centralista, conviven hoy muchas lenguas, habladas por el 16 por ciento de la población: flamenco, bretón, alsaciano y lorenés en el Rhin, italiano en Córcega y Niza, provenzal en el Sudeste, vasco y catalán en los Pirineos, y numerosas variedades dialectales del francés (normando, poitevino, picardo, valón, auvernés, saboyano, vivaro-alpino, gascón...). En total, en territorio galo se hablan, además del francés, veinticuatro lenguas regionales. En Italia sucede algo semejante, con lenguas tan dispares como la galoitálica hablada en algunas provincias sicilianas, el sardo, el friulano, el ladino, el francés del valle de Aosta, diversas modalidades germánicas en varias provincias del Norte, el catalán en su rincón sardo y los numerosísimos dialectos del italiano, tan dispares entre sí que hacen de la lengua italiana una de las más variables de Europa, a enorme distancia de la muy consolidada y uniforme lengua española.

Si ni la historia ni la lengua pueden explicar, entonces, las tensiones separatistas de la España actual, ¿cómo explicar la potencia de los movimientos nacionalistas, sin paralelo en toda la Europa occidental?

Para encontrar la respuesta hay que retroceder hasta el siglo XIX. Esta centuria fue testigo, en sus primeras décadas, del nacimiento de los nacionalismos como consecuencia directa de las revoluciones liberales y el fin del Ancien Régime. Y, fruto a la vez de dicha evolución política y de la sensibilidad romántica, surgió el interés por recuperar y conocer los hechos históricos y culturales que habían dado nacimiento, en los lejanos siglos medievales, a los pueblos que, en muchos casos, se encontraban englobados en estructuras estatales pluriculturales y plurilingüísticas, siendo el caso quizá más ejemplar el del Imperio Austrohúngaro.

Este renacimiento histórico-cultural de los pueblos europeos se manifestó en todas las ramas del arte y el conocimiento, desde la arqueología y la arquitectura hasta la poesía, la pintura y la música. El auge de la arquitectura neogótica en toda Europa, por ejemplo, estuvo directamente relacionado con el renovado interés por aquellos siglos medievales en los que, tras la caída del Imperio Romano, empezaron a forjarse las distintas personalidades culturales europeas. La recuperación del gótico por Violet-le-Duc, las novelas medievales de Walter Scott o Victor Hugo, la pintura histórica, el Art Nouveau, el modernismo catalán –descendiente directo del neogótico– o el prerrafaelismo inglés arrancan del mismo tronco. En el ámbito de la música uno de los casos más conocidos es el nacionalismo musical checo, con las figuras de Antonin Dvorak y, sobre todo, Bedrich Smetana, quien dedicara la obra por la que ha pasado a la posteridad, el ciclo de poemas sinfónicos Má Vlast (Mi Patria), a la historia, paisajes, danzas y leyendas de su tierra.

También se experimentó renovado interés por viejas lenguas regionales que habían quedado arrinconadas, sobre todo en lo relativo a su uso literario, por el empuje de las grandes lenguas nacionales. Caso paradigmático en Francia fue la resurrección del provenzal, que alcanzaría la cima del Premio Nobel de mano de Federico Mistral. También fue Francia testigo del renacimiento de la lengua y la cultura bretona, el denominado renouveau celtique que produciría la obra poética, folklorista y lingüística de Hersart de la Villemarqué, Le Gonidec, Auguste Brizeux y otros, así como las composiciones de músicos como Ernest Chausson –quien se inspirara en leyendas bretonas sobre el rey Arturo, Merlín y el bosque de Brocelandia para su ópera Le Roi Arthus y su poema sinfónico Viviane– o Guy Ropartz –con sus poemas sinfónicos La cloche des morts y La Chasse du prince Arthur–. Directamente emparentado con el renacimiento céltico en Francia, y en muy eminente posición, se encuentra el irlandesismo cultural –coetáneo pero no siempre coincidente con el nacionalismo político– tanto de irlandeses –Lady Gregory, W. B. Yeats, Charles V. Stanford– como de ingleses –Arnold Bax, compositor de numerosas obras sinfónicas inspiradas en el paisaje, historia y leyendas de Irlanda– o franceses –Augusta Holmès, compositora hoy olvidada de la escuela franckiana, autora de un poema sinfónico titulado Irlande–. Dicho fenómeno se extendió a otras regiones francesas, como la Auvernia cuyo dialecto fuera utilizado por Joseph Canteloube para componer sus celebrados Chants d'Auvergne.

Evidentemente, este regionalismo cultural nada tuvo que ver con nacionalismo político alguno, como lo prueba el hecho de que el mismo Canteloube escribiera también óperas de tema "nacionalista" francés, como la dedicada a la figura del caudillo galo Vercingetorix, o militara en las filas petainistas siendo activo y entusiasta colaborador del gobierno de Vichy. Paradógicamente, este regionalismo musical francés no tuvo paralelo al Sur de los Pirineos, donde por aquellas fechas florecía el nacionalismo musical español de manos, sobre todo, de los catalanes Pedrell, Albéniz y Granados.

En Cataluña ocurrió el mismo fenómeno que en Francia y en otros países europeos. La Renaixença, recuperación de la historia medieval catalana y, sobre todo, del catalán como lengua literaria tras cuatro siglos de abandono –Aribau, Rubió i Ors, Maragall, Verdaguer– respondió a la misma sensibilidad romántica que caracterizó a la Europa decimonónica. En el País Vasco, por el contrario, la recuperación del vascuence no tuvo tan grande importancia debido a la prácticamente inexistente producción literaria en dicha lengua en los siglos anteriores. Fue, en cambio, la nostalgia fuerista la que hizo nacer una literatura medievalizante –en castellano– (Araquistáin, Landa, Arriaga, Navarro Villoslada) recreadora de un pasado idealizado que se quería recuperar mediante el aislamiento de la patriarcal sociedad rural vasca respecto de la industrialización y las nuevas realidades político-sociales.

Ni la Renaixença catalana ni el fuerismo romántico vascongado tuvieron en un principio la menor vertiente de reivindicación nacionalista. ¿Qué sucedió en España, a diferencia de otros países europeos con idénticos fenómenos de recuperación cultural y lingüística, para que ello diese un paso más y se convirtiese en reivindicación política?: el desastre del 98. Éste es el verdadero hecho diferencial español que marcará indeleblemente la historia española del siglo XX.

El nacionalismo español había arrancado de la Constitución de Cádiz y, sobre todo, de la sangrienta Guerra de la Independencia. En ella todos los españoles participaron sin diferencia regional alguna. Los catalanes y vasco-navarros, por su posición limítrofe con el enemigo, incluso tuvieron una participación especialmente intensa en el conflicto bélico.

El catalán Balmes, pocas décadas después de la guerra, resumió así la reacción del pueblo español en 1808:"(...) sin ponerse de acuerdo las diferentes provincias, ni siquiera haber tenido el tiempo de comunicarse, y separadas unas de otras por los ejércitos del usurpador, se levantó en todas una misma bandera. Ni en Cataluña, ni en Aragón, ni en Valencia, ni en Navarra, ni en las provincias Vascongadas se alzó el grito en favor de los antiguos fueros. Independencia, Patria, Religión, Rey, hé aquí los nombres que se vieron escritos en todos los manifiestos, en todas las proclamas, en todo linage de alocuciones; hé aquí los nombres que se invocaron en todas partes con admirable uniformidad"[2].En cuanto a los vascos, los bilbaínos, alzados en armas contra los franceses, emitieron el siguiente manifiesto (utilizando, según errónea tradición que arrancaba de varios siglos atrás, el nombre de cántabros como sinónimo de vascongados e inmejorable garantía de heroísmo, fidelidad y españolía):
"Los Vascongados a los demás españoles: Españoles, somos hermanos, un mismo espíritu nos anima a todos, arden nuestros corazones como los vuestros en deseo de venganza, y con dificultad contienen nuestra prudencia y patriotismo hasta mejor ocasión nuestros indómitos brazos (...) Esto no obstante hemos sabido con dolor que el astuto y pérfido enemigo ha pretendido sembrar entre vosotros la desconfianza: él es quien disfamando la lealtad cántabra ha propalado enfáticamente que las tres provincias vascongadas y reyno de Navarra son partidarios de los franceses. En verdad, los Cántabros se compadecen de la ceguera de los franceses (...) Tiemble Bonaparte después de descubierto su maquiavelismo en Aranjuez: no espere encontrar un solo partidario entre los Cántabros (...) Aragoneses, Valencianos, Andaluces, Gallegos, Leoneses, Castellanos, todos nombres preciosos y de dulce recuerdo para España, olvidad por un momento estos mismos nombres de eterna memoria, y no os llaméis sino españoles (...) Un esfuerzo más de vuestra parte, valerosos Españoles, y volaremos juntos al campo del honor, donde quieren vernos reunidos y exigen todo nuestro conato, la patria oprimida, la religión ultrajada, nuestras costumbres ridiculizadas, la libertad de nuestro amado Soberano, el castigo del atentado mayor que se ha hecho a nación alguna, y todas nuestras halagüeñas esperanzas".Las Guerras Carlistas vieron de nuevo la participación de vascos y catalanes en ambos bandos, al igual que los demás españoles, en defensa de sus respectivas concepciones ideológicas.Con motivo de las campañas de Marruecos –para las que se alistaron tantos voluntarios catalanes al mando del catalán Prim y que inmortalizaran en lienzo Fortuny y Sans i Cabot–, Cuba o Filipinas, de nuevo los vascos y los catalanes participaron al igual que el resto de los españoles en defensa de los intereses de su nación.

El gran novelista portugués José María Eça de Queiroz escribió en 1894 un interesante artículo a propósito del reciente conflicto armado en Melilla. En él describía el estallido de furor patriótico que había recorrido España de punta a punta, igual que había sucedido nueve años antes con motivo del incidente de las Islas Carolinas con la Alemania bismarckiana:"Donde el español se muestra único es en el desprendimiento con el que sacrifica todos los intereses cuando se trata de la honra de España. Entonces, invariablemente, reaparece el sublime Don Quijote. Y resulta tanto más heroico si consideramos que al español no le faltan ni el raciocinio, ni la prudencia, ni el claro sentimiento de la realidad, ni el amor por los bienes acumulados, ni siquiera ese egoísmo cachazudo que tan magistralmente muestra Sancho Panza.

Pero aunque sepa y se dé cuenta de lo que va a perder, marcha jovialmente y lo pierde todo con entusiasmo, porque se trata de su patria. No hay en el alma española sentimiento más poderoso que éste de la patria. Los cafés de Madrid, o de Sevilla, están atestados todas las noches de descontentos que maldicen del gobierno, y gritan, trasegando grandes vasos de agua y anís, que en España todo va mal y que España está perdida. Pero que pase alguien de fuera y tire una piedra a la tierra de España, o finja simplemente que la tira; entonces, todo ese populacho se yergue, y ruge, y quiere matar, y quiere morir, para vengar no sólo la pedrada sino también el gesto"[3].
Como contraste con lo escrito por Eça, en las primeras y pesimistas décadas del siglo XX un número creciente de españoles, concentrados sobre todo en tierras vascas y catalanas, renegaban de su condición de tales y apoyaban a movimientos políticos que propugnaban la secesión de una nación a la que ya no era deseable pertenecer.

¿Qué había sucedido entre 1894 y los primeros años del siglo XX?

Francesc Cambó, personalidad eminente del catalanismo del primer tercio de siglo, lo explicó así:
"Diversos hechos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo y a la aún más rápida ascensión de sus dirigentes. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado, de sus órganos representativos y de los partidos que gobernaban España. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaban de las perdidas colonias, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestras propagandas dirigidas a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura"[4].
Su compañero en la Lliga, Enric Prat de la Riba, escribió pocos años después del 98 una de las obras esenciales del pensamiento nacionalista catalán –La nacionalitat catalana (1906)– en la que explicaba el odio a España que les caracterizaba:
"La obra de reconstrucción tropezaba siempre con el mismo obstáculo, los males de Cataluña venían siempre del mismo sitio (...) La fuerza del amor a Cataluña, al chocar contra el obstáculo, se transformó en odio, y dejándose de odas y elegías a las cosas de la tierra, la musa catalana, con trágico vuelo, maldijo, imprecó, amenazó. La reacción fue violenta: con esa justicia sumaria de los movimientos colectivos, el espíritu catalán quiso resarcirse de la esclavitud pasada, y no nos contentamos con reprobar y condenar la dominación y los dominadores, sino que, tanto como exageramos la apología de lo nuestro, rebajamos y menospreciamos todo lo castellano, a tuertas y a derechas, sin medida"[5].
Manuel Azaña, por su parte, escribió lo siguiente:"El nacionalismo catalán (...) provenía de la expansión creciente del sentimiento particularista de los catalanes. Renacimiento literario de su lengua, restauración erudita de los valores históricos de la antigua Cataluña, apego sentimental a los usos y leyes propios del país, prosperidad de la industria, y cierta altanería resultante de la riqueza, al compararse con otras partes de España, mucho más pobres, oposición y protesta contra el Estado y los malos Gobiernos, sobre todo después de la guerra con los Estados Unidos en 1898 (...)" [6].
Un ejemplo de esta actitud, entresacado de muchos otros posibles, fue un artículo aparecido en la Veu de Catalunya, órgano del nacionalismo catalán, que el 8 de mayo de 1898, una semana después de la batalla de Cavite, propugnaba la ruptura con España:“Estamos clavados a una barca que hace agua; si queremos salvarnos, hemos de aflojar los lazos”.
El guipuzcoano Pío Baroja resumió el nacimiento de los nacionalismos vasco y catalán con las siguientes palabras:"Todos los pueblos que caen quieren regiones más o menos separatistas, porque el separatismo es el egoísmo, es el sálvese el que pueda de las ciudades, de las provincias o de las regiones" [7].
En el nacimiento del nacionalismo catalán tuvo mucho que ver, más que en el vasco, el despegue industrial y económico extraordinario de la Cataluña de la segunda mitad del siglo XIX. Este fenómeno, unido al desastre del 98, fue la chispa que encendió tanto al nacionalismo catalán como al vasco. Cuando una región puntera en lo económico no percibe ejercer una influencia equivalente en el poder político, suele acabar sintiendo insatisfacción. Las burguesías catalana y vasca percibieron el hecho de que la capitalidad y la influencia política estuviese en la castellana Madrid como un agravio. No a motivos distintos responde el similar fenómeno de la Italia septentrional. Si el Norte de Italia no fuese notablemente más próspero que el Sur, la Liga Norte de Umberto Bossi jamás habría nacido.

La prosperidad económica de una causa es factor esencial para atraer a los hombres a ella. Si en torno a 1898 España no hubiese sido una potencia en intensa decadencia y el País Vasco y Cataluña no hubiesen sido las zonas de España industrial y económicamente más prósperas, no habría visto la luz fenómeno nacionalista alguno. Y si un 98 hubiese sucedido en Francia –por ejemplo, una estrepitosa derrota francesa en la Primera Guerra Mundial–, hoy los problemas nacionalistas se ubicarían al Norte de los Pirineos. La hipótesis no es aventurada; la historia nos demuestra que hechos similares ya habían sucedido. Por ejemplo, en 1870 se alzaron voces en varias regiones reclamando el desentendimiento de una Francia vencida y humillada. El caso más notorio fue Alsacia y Lorena, provincias en las que muchos que hasta ese momento no habían cuestionado su pertenencia a la nación francesa, tras la derrota de Sedán aplaudieron la incorporación al victorioso II Reich. Pero el caso más evidente quizá fue el de la caótica Alemania de la República de Weimar. La humillación de la derrota, la pérdida de inmensos territorios, la conflictividad social, los enfrentamientos políticos, el paro y la inflación galopantes provocaron el desarrollo de masivos movimientos separatistas en regiones como Baviera y Renania. En esta última, donde los enfrentamientos provocaron numerosos muertos, incluso se llegó a proclamar la independencia en 1923. Adolf Hitler explicó en Mi Lucha que una de las tareas más ingratas a las que tuvo que dedicarse el incipiente NSDAP muniqués en los primeros años veinte fue la lucha contra el separatismo bávaro que acusaba a Prusia de la guerra y la derrota y que propugnaba cortar las amarras con la Alemania del Norte:“Desde aquella época me empeñé personalmente en la lucha contra la descabellada agitación de los Estados alemanes entre sí. En toda mi vida no creo haber emprendido jamás obra más impopular que aquella campaña de resistencia contra la animadversión existente hacia Prusia. Durante el gobierno del Consejo de Soldados tuvieron lugar en Munich los primeros mítines donde se excitaba el odio contra el resto de Alemania, en especial contra Prusia, en una forma tal que no sólo entrañaba peligro de vida para el alemán del Norte que se arriesgaba a concurrir a un mitin de aquéllos, sino que tales demostraciones concluían casi siempre con la estúpida vocinglería de ¡Abajo Prusia!, ¡Separémonos de Prusia!, ¡Guerra a Prusia!, etcétera.”[8].
En la España finisecular, por lo tanto, coincidieron una serie de circunstancias que posibilitaron el nacimiento y desarrollo de un notable sentimiento de rechazo a la nación española y del correspondiente deseo de separarse de ella.

Si esas circunstancias no se hubieran producido, el fuerismo vascongado y la recuperación de la lengua catalana jamás habrían derivado hacia reivindicaciones políticas, del mismo modo que no lo hicieron fenómenos equivalentes en otras naciones europeas en las que no coincidió un hecho como el Desastre del 98.

Y, tres décadas después, la Guerra Civil vino a sacralizar definitivamente los planteamientos nacionalistas mediante la sangre vertida en su nombre, lo que les ha dado un prestigio y un plus de seriedad de los que en otras circunstancias probablemente nunca hubieran gozado.
[1] S. Zweig, El mundo de ayer, Ed. Juventud, Barcelona, 1965, Obras completas, vol. IV, p. 1.526.[2] J. Balmes, Escritos políticos, Madrid, 1847, p. 167.
[3] J. M. Eça de Queiroz, Ecos de París, Ed. Acantilado, Barcelona, 2004, pp. 114 y ss.
[4] F. Cambó, Memorias (1876-1936), Alianza Editorial, Madrid, 1987, p. 41.
[5] E. Prat de la Riba, La nacionalitat catalana, cap. III.
[6] M. Azaña, "Cataluña en la guerra", Obras Completas, vol. III, Ed. Giner, Madrid, 1990, p. 506.
[7] P. Baroja, Divagaciones apasionadas, Ed. Caro Raggio, Madrid, 1985, p. 101.
[8] A. Hitler, Mi Lucha, Parte 2ª, Cap. X.