domingo, 22 de noviembre de 2009

El Gobierno catatónico (por Ignacio Camacho)

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LO que pone nervioso al Gobierno y le lleva a perder los papeles y las formas no es el acoso de la oposición, ni el bochorno del «Alakrana», ni siquiera la posibilidad de tener que explicar lo inexplicable en el chivatazo del bar Faisán, ni mucho menos el limbo legal de las escuchas de Sitel. Lo que tiene al zapaterismo en estado de crispación, lo que preocupa seriamente al poder, es el sesgo unánime de las encuestas y la constatación, paulatina pero constante, de que se está abriendo una brecha sociológica.

Sondeo tras sondeo, sean públicos o privados, conocidos u ocultos, cocinados o en bruto, los tres puntos parecen ya sólo el suelo de una ventaja creciente de la oposición, que en algunas muestras supera incluso el seis por ciento. Y la intención directa de voto socialista se está desplomando. El caso Gürtel y los problemas internos apenas han afectado al despegue del Partido Popular, pese al escaso entusiasmo que sigue despertando el liderazgo de Rajoy. Eso quiere decir que al margen de las reservas que suscite la alternativa ha empezado a cuajar el desencanto del Gobierno como un fenómeno casi estable de la opinión pública. Que se está desmoronando la confianza. Que está en marcha el proceso que conduce a perder las elecciones.

El fondo de esa erosión está en la recesión económica. Los españoles ya no reconocen en el zapaterismo una dirigencia con capacidad de gestión, y los errores puntuales ante crisis concretas sólo vienen a reforzar esa impresión de incapacidad para la gobernanza. Sin levantar aún un programa alternativo claro, y con enormes reservas de escepticismo popular, el PP nota el viento a favor de un impulso de cambio. Pero también crece el voto de izquierda radical (...). Si se suma la tendencia a la abstención provocada por el desengaño, el resultado conduce a una grieta cada vez más ancha en el crédito del Gobierno. A la incipiente posibilidad de que el vuelco se instale como un fenómeno compacto capaz de convertirse en constante durante un tiempo prolongado.

Para mayor abundamiento, el Ejecutivo no da pie con bola. No hay problema ante el que no fracase, proyecto que no se le tuerza ni dificultad en la que no tropiece. Los errores se retroalimentan con la preocupación y la inquietud desemboca en nuevos fallos. El zapaterismo necesita éxitos rápidos y sólo encuentra reveses sucesivos. Está atascado, catatónico, y los reflejos del presidente parecen presos de un bloqueo que desnuda toda su liviandad política. Zapatero ha salido de envites peores y remontó incluso la ruptura de las negociaciones con ETA, pero ahora hay una crisis de fondo que destruye el optimismo social. Y aún queda la sentencia del Estatuto de Cataluña.
(Publicado en ABC)

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