miércoles, 21 de julio de 2010

El suicidio político de Montilla

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(Artículo de ALBERT RIVERA, en ABC)


No sé si fue el propio José Montilla o su peor enemigo quien le recomendó salir a hacer un discurso incendiario, nacionalista e impropio de un presidente autonómico, la misma tarde en la que se publicó el fallo de la sentencia del Estatut. No sé si fue él o su peor enemigo quien decidió convocar a través del mismo discurso una manifestación independentista contra las instituciones del Estado. Pero estoy convencido de que, cuando de aquí a unos años se estudie políticamente el final de la carrera política del presidente cordobés, aquel lunes 28 de junio será el día en que se ponga la fecha de su final político.

El primer secretario del PSC ha vivido obsesionado durante cuatro años, como ya lo hiciera Maragall durante el primer tripartito, por superar a CIU y a Pujol en nacionalismo, intentando hacer propios los delirios de ERC, que dichos en boca del líder cordobés y votados por los discípulos del capitán del Baix Llobregat aún sonaban más delirantes si cabe. Prohibir el uso del castellano en las aulas, sancionar a los comerciantes con 10.000 euros por rotular en castellano, abrir embajadas catalanas por medio mundo, imponer cuotas y sanciones lingüísticas a los cines, poner en marcha las veguerías para suprimir las provincias catalanas, prohibir los toros por ley, impulsar y subvencionar el enfrentamiento internacional entre las selecciones deportivas españolas y catalanas, votar a favor de la realización de referéndums ilegales de independencia en ayuntamientos gobernados por socialistas, serán algunas de las “joyas” del legado que dejará este PSC amontillado, acomplejado, desmoronado y desubicado.

Lamentablemente, también dejará 600.000 parados, una ley de dependencia sin aplicar, más de 1.000 barracones en las escuelas públicas, un fracaso escolar de uno de cada tres alumnos y el liderazgo de destrucción de puestos de trabajo en toda España y en Europa. Por tanto, habrán gobernado para saciar al nacionalismo -por naturaleza insaciable hasta la independencia- pero han abandonado a la inmensa mayoría de ciudadanos que querían y esperaban soluciones reales para la Catalunya real, "hechos, no palabras", como prometía la campaña del PSC en 2006.

Montilla decidió aquel lunes de junio saltar sin paracaídas al abismo de la deslealtad institucional, del desacato a la sentencia del TC, del enfrentamiento y el victimismo contra el resto de España, porque pensaba que CIU y ERC le iban a acusar de sucursalista, de “español” incluso - en la Catalunya oficial se ha convertido en un adjetivo peyorativo-. Quizás ha dicho tantas barbaridades en los últimos días que ciertamente los nacionalistas de pura cepa no le han podido atacar por ahí. Pero el salto al vacío con aquel discurso infumable se le ha girado en contra al presidente. El discurso que hizo el fatídico lunes fue votado ayer en el Congreso de los diputados, apoyado por CIU y tumbado por sus compañeros de partido y federación, el PSC-PSOE. Ayer se puso de manifiesto aquella frase atribuida a J. F Kennedy, que "se puede engañar a todos poco tiempo, a algunos mucho tiempo, pero no a todos todo el tiempo". Al fraude que supone la federación PSOE-PSC para los votantes catalanes le ha llegado su hora. Ya no pueden engañar a todos todo el tiempo. La torpeza de Montilla, el error de renegar de su lengua materna, de sus orígenes, de su ideología, y lo más importante, de sus votantes, le ha llevado al final del abismo. Pero no ha sido un asesinato, ni un accidente, lo de Montilla ha sido un acto voluntario, ha caído en su propia trampa, se ha cavado su propia tumba, en el certificado de defunción de esta legislatura constará suicidio político.

Albert Rivera, Presidente de Ciudadanos (C’s)

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