martes, 23 de diciembre de 2008

El ritual del azar

Buenos días a todos. Aquí sigo, igual de pobre que ayer, y con perspectivas de serlo aún más, dado el panorama general (y particular) de crisis económica. Suerte que aún nos queda la salud, que es lo que todos decimos después de no ganar la lotería.

EL RITUAL DEL AZAR
(Editorial de EL DIARIO MONTAÑES)

El sorteo de la Lotería Nacional celebrado ayer dio inicio como cada año a las fiestas navideñas con una liturgia que invoca a la suerte mientras realza la participación masiva de los ciudadanos en la compra y distribución de los décimos y en la verificación de un posible premio. La inclinación de los españoles a jugar a la lotería, especialmente ante los dos sorteos que se celebran en estas fechas, se mantiene constante sin que se altere sustancialmente ni a tenor de los momentos de bonanza económica ni frente a situaciones de crisis como la que ahora preocupa a los ciudadanos. De hecho, si bien la venta de Lotería de Navidad descendió un 2,79% respecto al 2007, los diversos sorteos celebrados durante el primer semestre del año atrajeron más jugadores que en el anterior. Más de la mitad de los españoles son asiduos consumidores de lotería, a pesar de que cada comprador tenga plena conciencia de lo difícil que resulta ser agraciado. Tanto o más que la ilusión porque el número del décimo adquirido sea cantado en el sorteo, de que la suerte desbarate el cálculo de probabilidades a favor de uno -como ayer ocurriera con un vecino de Soria- pesa la complicidad social y el contagio de un hábito poco menos que ineludible. El reparto de participaciones entre familiares y amigos, entre clientes y proveedores, constituye un recurso tan común que explica buena parte del éxito de la lotería en España. El ciudadano precisa de motivos, celebraciones y acontecimientos que dibujen las redes sociales de las que se sienta partícipe.

La lotería, por banal que parezca, ofrece una de esas oportunidades. Y aunque poco después del sorteo la alegría sólo se mantenga para los premiados, la inmensa mayoría de los compradores de lotería no viven el hecho de que no les haya tocado con sentimientos de frustración, sino con el ánimo de haber intentado algo casi imposible de alcanzar. Tras la reiteración, año tras año, de las mismas palabras deseándose suerte antes del sorteo, y de esas otras que eluden la decepción posterior citándose para la próxima vez, la costumbre se hace muy natural, e incluso la imagen exultante de los premiados es percibida por la mayoría de quienes juegan a la lotería sin especiales envidias ni como factor que suscite sensaciones de fracaso.


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