sábado, 29 de noviembre de 2008

No falta un ministerio, sobran dos (al menos)

Justino Sinovas publicaba ayer en EL MUNDO un interesante artículo sobre la última genialidad de nuestro insigne presidentísimo ZP: crear un ministerio de Deportes, aprovechando su fervor deportivo al recibir al equipo español de tenis, tras su victoria en la Copa Davis. Me temo que el día que se encuentre con Chiquito de la Calzada le nombrará embajador de Chiquitistan, decisión comparable con la de crear ministerios como el de Deportes, Vivienda, o Igualdad, con funciones que podrían desempeñarse desde Secretarías Generales, y con mucho menor coste.

Este es el tipo de genialidades, improvisadas, a las que ZP nos tiene acostumbrados: como cuando vino a Barcelona, en plena campaña de las elecciones europeas, y le prometió a Maragall aquello de "aprobaré el estatuto que nos enviéis desde Cataluña" (glups). Esta improvisación contínua, inconsciente, simplemente para quedar bien, no es digna de un presidente de Gobierno, y nos puede meter en continuos embrollos de los que resulta difícil salir.


No falta un ministerio, sobran dos (al menos)

Justino Sinova, en El Mundo

El presidente del Gobierno no defrauda a quienes buscan sorpresas ni a quienes le acusan de frívolo. Después de su súbita conversión al americanismo y de su precipitada deserción del proteccionismo, clamorosos renuncios a su trayectoria después de su primera visita a la Casa Blanca, nos brinda ahora la improvisación de un ministerio en respuesta instintiva al capitán del equipo ganador de la Copa Davis, Emilio Sánchez Vicario, que fue posiblemente el primer sorprendido por el eco de su propuesta. Es probable que las cabriolas ideológicas de Zapatero no pasen de eso y hay que esperar que su proyecto ministerial repentino sea archivado en el cajón de las ideas desechables. Aunque esos vaivenes ideológicos serían lamentables, ahora que empieza a no hacer ascos a las recetas de líderes hasta anteayer odiados, enterrar el proyecto anunciado sería una satisfacción después del susto, porque un Ministerio de Deportes es un mal plan que causaría más problemas que otra cosa.

Para empezar, en España ya existe un Ministerio que se ocupa del Deporte, el de Educación, a cuyo frente está Mercedes Cabrera, y se ha demostrado que la Administración ha sido lo suficientemente eficaz y lo tolerablemente intervencionista como para que el deporte español se haya desempeñado con éxito en muchas especialidades. ¿Por qué un ministerio exclusivo iba a ser correspondido con más éxitos? La correlación entre más administración y más éxito no siempre se da en la realidad, sino más bien al contrario, por lo que una mínima prudencia aconseja dejar las cosas como están.

Pero, además, la creación de un ministerio multiplicaría el gasto actual de la política de Deportes, y no son éstos tiempos para derrochar. El Gobierno es ya demasiado amplio para las competencias que le quedan después de las transferencias a las autonomías. Una administración tan centralista como la francesa cuenta con 15 ministros y una administración tan descentralizada como la española cuenta ¡con dos más!, la mayoría de los cuales son replicados en las comunidades autónomas. El Gobierno británico tiene también menos ministros que el español a pesar de que dedica un departamento a los asuntos de Irlanda del Norte. Los ejemplos podrían multiplicarse y siempre en detrimento de la estructura española, exagerada y carísima. O sea: antes que nuevos ministerios, lo que está pidiendo el Gobierno español es una reducción de los existentes.

Al menos dos son perfectamente prescindibles: el Ministerio de la Vivienda y el de Igualdad. El primero ha demostrado ser clamorosamente ineficaz. Para que pudiera resolver algo tendría que lograrse una revolución en el control del suelo, que es una competencia de los ayuntamientos a la que no van a renunciar. Sin eso, todo lo que haga será un parche de muy escasa influencia, como se ha visto desde que Zapatero lo creó en 2004. El Ministerio de Igualdad ha demostrado ser perfectamente innecesario, no porque su objetivo no sea plausible, sino porque es una estructura desproporcionada para un ideal que se puede conseguir con una oficina mejor dimensionada.

Y, sin duda, en el resto del Gobierno también se puede meter la tijera. Si Zapatero quisiera reducir gasto, encargaría a los expertos una reforma administrativa que frenara el despilfarro. Así se hacen las cosas, con estudio por la gente que sabe, no con improvisaciones alegres en un acto público que luego siempre hay que lamentar. Ojalá Zapatero no cumpla esa promesa: no llamaría mucho la atención, dados otros incumplimientos, y nos ahorraría un error carísimo.

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