sábado, 4 de abril de 2009

Zapatero es tan irrelevante como un ‘kleenex’ en la mesa del G-20

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(Francisco Quevedo, en El confidencial.com)

Si nos tuviéramos que guiar por el obsceno optimismo que despliega Rodríguez cada vez que cruza la frontera y se va a alguna reunión de lo que sea, aunque no pinte una mona, mañana mismo estaríamos saliendo de la crisis. Menos mal que la cruda realidad se impone, sino por la vía de los hechos, que también, sí por la de las previsiones de los organismos serios, como el servicio de estudios del Banco de España que ya nos ha preparado para lo peor: en 2009 vamos a decrecer un 3% y el paro llegará al 17%, y en 2010 la economía seguirá decreciendo otro 1% y el paro seguirá creciendo -probablemente hasta llegar al 20%, esto lo digo yo en función de otros análisis igualmente rigurosos-, y al mismo tiempo el déficit público superará el 8% este año y ya veremos donde se sitúa en 2010 porque al ritmo que vamos esto ya no hay quien lo pare. Rodríguez se fue al G-20 -nadie sabe muy bien para qué-, le dio un orgasmo de satisfacción cuando por fin saludó a Obama y éste le dijo que a ver si algún día hacían footing, y volvió aquí como alucinado o, mejor, abducido por el Rey Negro que habita en la Casa Blanca. Se puede ser patético… ¡pero tanto!

Lo cierto es que nuestro papel en la famosa cumbre de la refundación del capitalismo, esa de la que lo único interesante que ha salido es una promesa de darle a la maquinita de fabricar dinero y alguna que otra medida para garantizar la transparencia de las entidades financieras -que ya veremos luego en lo que queda- y tocarles los cataplines a los hedge founds como si ellos fueran los culpables de lo que ha pasado, nuestro papel, digo, es tan irrelevante que ni siquiera se nombra a nuestro presidente en las crónicas internacionales salvo para destacar que se había sentado al lado del presidente de Etiopía en la cena oficial. Rodríguez tiene tan mala fama por ahí afuera que la prensa australiana criticaba a su primer ministro por haber permitido que le sentaran en la cena oficial entre dos mandatarios tan poco recomendables como ZP y el presidente de Etiopía. Y es que aquí debemos ser los únicos -todos no, cada vez menos de hecho- que todavía le apreciamos el gesto a este hombre. Así nos va.

¿Y qué sacamos en claro de todo esto? Poca cosa, la verdad, por no decir nada. Mucha parafernalia, todos muy contentos, pero lo cierto es que los visos de que lo acordado en Londres sirva para algo son bastante escasos. Eso sí, nos lo han vendido como si esto fuera un nuevo Bretton Woods, y no llega ni a la peor de las escenificaciones de Camp David. Verán, de lo que de verdad había que hablar que es de cómo han fallado los mecanismos de regulación y los organismos internacionales, de eso por lo visto se ha dicho bastante poco. La única buena noticia es que, por fin, los líderes mundiales se han dado cuenta de que con medidas proteccionistas no vamos a ninguna parte y de que la única manera de que los países emergentes salgan del atolladero es abrir nuestras fronteras y eliminar barreras comerciales. Pero esta crisis que estamos viviendo, la crisis financiera me refiero porque luego nosotros tenemos otra de la que no salimos ni con sacacorchos, tiene su origen en un exceso de liquidez provocada por la máquina de fabricar billetes de los bancos centrales, y resulta que para salir de la crisis se propone la misma receta.

Bueno, puede ser que, en efecto, ahora sea necesario provocar la actividad económica mediante la inversión pública pero, cuidado, eso tendrá sentido si al mismo tiempo se ponen en práctica medidas de liberalización de los mercados y de austeridad en el gasto y las cuentas públicas allí donde éste es menos productivo pero, ¿alguien se va a atrever a meter mano al gasto social? Ni de lejos, y así la salida de la crisis se vuelve harto difícil. Nuestros gobernantes han echado mano del libro de recetas de Keynes, y todas se queman. Tampoco se ha visto una acción decidida por la confluencia de políticas fiscales y monetarias, y eso ha tenido que ver, y mucho, en la actual situación en la medida que esas políticas han permitido fluctuaciones de las monedas de referencia que han afectado negativamente a los países en vías de desarrollo. El anuncio de que se combatirán los paraísos fiscales está muy bien como compromiso ético de los líderes del G-20, pero de medida eficaz contra la crisis tiene más bien poco. En definitiva, se trata de buenas propuestas, muy loables y voluntaristas, pero que analizadas fríamente resultan bastante pobres para lo que se esperaba de esta cumbre.

Y, volviendo al inicio de esta reflexión, lo más triste es el, valga la redundancia, triste papel internacional que jugamos los españoles merced a un Gobierno y a un presidente que en la foto de familia se parecía más que nunca a Mr. Bean. Seguro que en alguno de sus paseos por Londres de la mano de Sonsoles habrá habido más de un transeúnte británico que acercándose a él para saludarle le habrá dicho: “Nice to meet you, Mr. Atkinson”. Y él se habrá vuelto a Sonsoles y le habrá explicado que “Atkinson es Zapatero en inglés, cariño”. Lejos de ese estúpido optimismo con el que nos obsequia un Rodríguez encandilado ahora por la nueva administración norteamericana -hay que ver qué principios tan sólidos tienen algunos, la verdad-, lo cierto es que la situación en España es extremadamente grave, y exige un cambio de políticas y, si eso no es posible porque el Gobierno se empecina en su equivocación, un cambio de gobierno, más pronto que tarde, porque de lo contrario cuando lleguemos a los cinco millones de parados esto se puede poner muy difícil.

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