martes, 17 de marzo de 2009

Todos a por la rubia (M. Dolores García)

Hay una escena en la película Una mente maravillosa en la que Russell Crowe, que encarna al matemático John Forbes Nash, desvela a sus compañeros universitarios una estrategia para ligar con éxito. Están en un bar cuando entra una rubia espectacular acompañada de varias amigas. Uno de los jóvenes propone aplicar la doctrina de Adam Smith: todos a por la rubia, ya que si cada uno del grupo persigue lo mejor para sí mismo está beneficiando a todos.

Nash/Crowe objeta: "Si todos nos lanzamos sobre la rubia, todos nos bloqueamos y no nos hará caso a ninguno". Sin duda, Smith necesita una corrección: el grupo se beneficiará si todos actúan pensando en sí mismos y también en el propio grupo. Por tanto, aconseja a sus compañeros una estrategia de ligue con todas y cada una de las chicas. Así, casi todos tendrán la oportunidad "de acabar en la cama".

De un argumento tan aparentemente sencillo se han derivado grandes teorías sobre la intervención del Estado en la economía. Para Smith, cualquier interferencia de lo público en la competencia entre individuos resulta perjudicial e invalida el progreso que esta propicia. Pero también se trata de una teoría aplicable a las diversas y cotidianas situaciones de la política, que se beneficia de la tesis de Nash de que hay que tener siempre presentes las decisiones de los demás. Y es en este punto en el que Cataluña parece haberse encallado en los últimos años.

Los partidos catalanes afrontaron el debate estatutario como la gran oportunidad de asentar de una vez por todas hasta el más ínfimo detalle de sus reclamaciones. Esa fue la expectativa que abrieron: Cataluña se quedará con la rubia. Pero la propia aprobación del Estatut devino a ojos del resto de España y del PSOE en el trágala por el que tenía que pasar Zapatero. El instrumento se convirtió en el fin.

Buena parte de la discusión estatutaria se centró en la financiación. Hemos dedicado años a esa cuestión y ahora, cuando aflora que el saldo rondará los 1.400 millones, será inevitable una profunda sensación de desencanto. Durante este tiempo las perspectivas se fueron engordando por unos y otros, así que, con independencia de las broncas que los partidos organicen a partir de ahora alrededor de la cifra, todos ellos coinciden en admitir en voz baja una demoledora conclusión: para este viaje no hacían falta alforjas. Es la demostración fehaciente de que el Estado autonómico se ha organizado al estilo Smith porque ninguno de sus actores, ni las comunidades de régimen común, ni las nacionalidades/naciones, ni el propio Gobierno central han sido capaces de crear las complicidades necesarias como para actuar según la teoría del equilibrio de Nash. Quizá alguno se lleve a la rubia - Chaves tiene más números-,pero lo que está claro es que no va a ser Cataluña. Ni siquiera a una de sus amigas.

Generoso Carod

Poco se ha escandalizado la clase política catalana por el viaje del vicepresidente Josep Lluís Carod-Rovira a Ecuador, donde ha destinado un millón de euros para la protección de las lenguas indígenas. Como diría la vicepresidenta De la Vega, algunos no se han dado cuenta aún de lo que está pasando en este país... (a excepción de Ciudadanos).

Otros viajes discutibles

Pero Carod no es el único que viaja. Ocho diputados del Parlament, dos cargos del Govern, una técnica y un responsable de prensa (12) han viajado a El Salvador como observadores de las elecciones. Hay que tener en cuenta que la UE ya envía a 44 representantes. El Congreso anunció una restricción del gasto y no envía a nadie, aunque el Senado, que cuenta con una comisión de asuntos iberoamericanos, envía a cuatro senadores. ¿Era necesaria una delegación catalana de doce personas?

Mas, en Londres

Otro político catalán que viajará, aunque a cargo de su partido, será el líder de CDC. Artur Mas pronunciará la misma conferencia que dictó ayer en Barcelona, sobre su propuesta económica, en una universidad londinense la próxima semana. Mas visitará el aeropuerto de Lutton, gestionado por Abertis, para subrayar cómo una empresa catalana dirige un aeropuerto extranjero mientras los de su territorio se gestionan desde Madrid.

Publicado en LA VANGUARDIA por Mª Dolores García

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