lunes, 14 de abril de 2008

¡Gracias por copiarnos, Rosa 10!

Rosa Díez, gracias por copiarnos. Porque gracias al trabajo que muchos ciudadanos "anónimos" hemos venido realizando en nuestros casi dos años de andadura como partido, y en los meses previos como Asociación, tú ahora puedes decir en el Congreso de los Diputados lo que nosotros veníamos ya expresando día tras día.

Gracias por transmitir nuestro mensaje, e incluso casi con nuestras propias palabras. Porque lo que tú dijiste en el Congreso el miércoles pasado, ya se lo escuché decir a Albert Rivera en la campaña a las Elecciones Generales, en el mitin de la plaza de la Solidaridad, junto al Hipercor de Meridiana (en Barcelona).

Rosa, estoy orgulloso de reconocer nuestras palabras en tus discursos. No te cobraremos derechos de autor, porque lo que nos interesa ante todo es que nuestras ideas lleguen a todas partes, aunque sean con tu ayuda como "portavoz", por el bien de los ciudadanos.

También creo, como tú bien expresaste el viernes en el debate previo a la segunda votación, que en Cataluña existe una clara discriminación a los ciudadanos que tenemos el castellano como lengua materna, tanto en la Educación como en los ámbitos oficiales. Y también estoy de acuerdo con el artículo de Lorenzo Contreras en ESTRELLA DIGITAL, que reproduzco más adelante. ¡Qué pena que Lorenzo Contreras no conozca aún las intervenciones de nuestros tres diputados en el Parlamento de Cataluña! Estoy seguro que también sería un gran fan de Albert, Pepe, y Antonio, nuestros tres mosqueteros ciudadanos.

Cosas de Rosa Díez

Lorenzo Contreras

Ha sido significativo que Rosa Díez, diputada única de UPyD, se haya estrenado parlamentariamente, durante el debate de investidura de Zapatero, con una denuncia de la situación discriminatoria que padece el castellano en los colegios públicos de Cataluña, en realidad el exponente más significativo de lo que espera al idioma oficial de España —y eso ya está en curso— en otras comunidades bilingües. La fundadora del partido Unión, Progreso y Democracia demostró así su alarmada prisa en señalar un problema capital de la actual democracia española. Un problema, entre otros muchos, que apenas asomó pálidamente durante los debates de la investidura zapateril, pero que gracias a la diputada pudo cobrar alguna relevancia, cuando ya la sesión inicial para la investidura del presidente agotaba su tiempo. La tesis de Rosa Díez sobre el efecto del problema como factor de ruptura de España tropezaba con el criterio relativista y pretendidamente tranquilizador exhibido por Zapatero, pregonero inesperado de su pasión hasta ahora inédita por España, y según el cual “nadie ve amenazada su identidad ni existe una forma única y obligatoria de ser y sentirse español”.

Eso que se lo expliquen —en los aspectos culturales y lingüísticos— a no pocas familias catalanas castellano-parlantes o emigradas a Cataluña. Ya Rosa Díez, en el debate, se ha apresurado a señalar que “la supresión práctica del bilingüismo en Cataluña impide la libre circulación de las familias”, con el añadido de la “exigencia abusiva del conocimiento de la lengua cooficial para concursar a puestos públicos”. Esta discriminación la conocen también, obviamente, muchos vascos y numerosos gallegos.

El problema es suficientemente conocido en la práctica totalidad de España. Otra cosa es que la opinión general haya sabido reaccionar debidamente, y menos aun que lo hayan hecho las autoridades llamadas españolas. El clásico encogimiento de hombros de la ciudadanía, precisamente cuando se cumplen doscientos años del mayor gesto de la españolidad que nuestro país desplegó en pro de las esencias patrióticas frente a los invasores napoleónicos, incluidos los catalanes en el gesto, puede que suene ahora a recuerdo patriotero. En cuanto al problema que hoy afecta a España, incluido un Zapatero colocado de perfil, todo es cuestión de esperar. Desgraciadamente.

El problema no es de ahora. Arrastra ya algunos años. Hay que remontarse a la llamada inmersión lingüística en las escuelas, que era sólo un primer paso para arrancar a los niños castellano-hablantes de sus más esenciales raíces. La nota infamante se acentuó con el Decreto de la Generalidad 75/92, de 9 de marzo, que no sólo establece el catalán, sin mayores matizaciones, como “lengua vehicular y de aprendizaje de la educación infantil, de la educación primaria y de la educación secundaria obligatoria”, sino que además, en su artículo 4.3, dice que a partir del segundo ciclo de educación primaria (8-9 años) “se introducirá la enseñanza de las lenguas extranjeras, que tendrá continuidad a lo largo de toda la educación obligatoria”.

¿Y del castellano, también denominado español, qué? Pues que, en su cualidad de “lengua no propia de Cataluña”, es una lengua extranjera o recibe trato como tal, con el correspondiente agravio para la propia población de Cataluña, que es bilingüe.

Esto, según Zapatero, como antes quedó indicado, significa que “nadie ve amenazada su identidad ni existe una forma única y obligatoria de ser y sentirse español”. O sea, que cada cual puede defender su identidad, previo pago de su importe en centros privados, porque lo que se dice “públicos” eso no es cosa que preocupe a pudientes. El nacionalismo catalán ha inventado el ciudadano español de importación sin idioma oficial propio. Eso sí, la “lengua materna” que te la den amamantándote. Y dice Rosa Díez que se va a desprender un trozo del mapa de España. ¡Qué exagerada!

Rosa, no eres la primera ni serás la última persona que nos copie. Ojalá nos copiasen todos los partidos, y todos quienes ejercen el poder que los ciudadanos les hemos otorgado legítimamente. Y ojalá algún día no fuéramos necesarios, tanto para inspirar los discursos de Rosa Diez, como para luchar contra las discriminaciones, defendiendo las necesidades reales de los ciudadanos, y tratando de devolver la dignidad a la actividad política entendida como servicio a la ciudadanía.

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