lunes, 13 de junio de 2011

Desde Santurce a Bizancio (Jesús Laínz). El poder nacionalizador de las palabras

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Mi amigo Jesús Laínz, montañés de pro, santanderino de toda la vida, acaba de publicar su último libro, un auténtico manual sobre el uso que los nacionalistas hacen de la lengua como elemento de su construcción nacional.


Un siglo después de que Sabino Arana inventase los términos Bizkaia, Gipuzkoa y Araba, ya han alcanzado la oficialidad. Pero la ingeniería palabrera sólo es una parte de la más amplia utilización de las lenguas como instrumentos de la llamada construcción nacional. La manipulación lingüística no es ni un fenómeno nacido en nuestros días ni exclusivamente español. Muy al contrario, la tragicómica utilización de la lengua como instrumento opresor y modelador de las naciones cuenta con ilustres antecedentes en todo lugar y época, sobre todo a partir de que el acceso de las masas a la toma de decisiones políticas convirtiera al Pueblo y la Nación en objetos de adoración. Junto al sorprendente relato de la ingeniería lingüística practicada por toda Europa, en estas páginas se procede al desmenuzamiento del caso español, brillante e incesante aportación a la historia universal de la estupidez. 

«Este libro es la crónica despiadada, inflamatoria y cáustica de hasta qué extremos de estolidez pueden llegar los delirios nacionalistas». (Amando de Miguel).

«Delirio toponímico y onomástico, opresión lingüística, adoctrinamiento partidista en las aulas, exilio y asesinato, todo esto está siendo posible en España sin necesidad de declarar una guerra. Los españoles han sido capaces de conseguir en la paz resultados parecidos a los de las dos guerras mundiales, no sólo por la acción de los separatistas, sino también por la dejación de quienes debieran haberse opuesto a ella entre otras razones por estar obligados por las leyes del Estado del que son órganos, así como por la grave descomposición nacional del pueblo español, que ha perdido la conciencia de sí mismo. 

Quizá sea ya demasiado tiempo de Leyenda Negra, de pesimismo noventayochista y de mito antifranquista, pues si Europa en su conjunto probablemente no tarde en morir de cansancio, España lo hará de exceso de autocrítica. Y, sin embargo, paradójicamente, la realidad es que España está demostrando ser una nación de una fortaleza y una cohesión extraordinarias, pues muchos otros países europeos han sufrido en los dos últimos siglos secesiones, amputaciones, divisiones, incorporaciones, desapariciones y todo tipo de modificaciones pacíficas o violentas, por disputas serias o bizantinas, mientras que España lleva un siglo resistiendo los embates de los separatismos. 

Lo irónico del asunto es que los vascos, gallegos y catalanes que apoyan las modas nacionalistas no se están dando cuenta de que las medidas dirigidas supuestamente a defender y fortalecer unas identidades colectivas amenazadas, según dicen, por España, no les están haciendo ningún favor. Lejos de ello, la imposición lingüística y las obsesiones palabreras sólo puede conducir, y se está viendo ya, a la fobia hacia esas lenguas por parte de muchos ciudadanos. 

Por otro lado, muy difícilmente se puede defender y fortalecer lenguas, historias y personalidades colectivas falsificándolas, adulterándolas y eliminándolas sistemáticamente. Nunca se ha perpetrado un ataque más devastador contra la lengua, la historia y la cultura de esas regiones como el desatado en los últimos treinta años. Los supuestos defensores de las esencias vascas, catalanas y gallegas han demostrado ser sus principales enemigos, pues lo único que han conseguido son ficticias Poldavias, parodias ridículas de aquello que pretenden defender». (páginas 487-488).

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