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Texto completo de la intervención de Iñaki Ezkerra en el acto de C's 'Vamos a contar diadas', celebrado el 11-sep-09.
Amigos y Ciudadanos: estamos aquí reunidos para conmemorar no sólo el día de la patria catalana sino también un fenómeno paranormal. Estamos aquí para conmemorar la heroica muerte de Rafael Casanova, que tuvo lugar tal día como hoy hace 295 años y tras la cual siguió ejerciendo dos décadas como abogado llegando a vivir un total de 29 años más hasta la edad de 83 años exactamente. Fíjense bien, 83 años después de ser abatido por las crueles y sanguinarias tropas españolas. 83 años en aquella época son la leche. 83 años a comienzos del siglo XVIII equivalen a cumplir hoy en día los ciento veinte y a salir en los informativos de la TV3 como el abuelito de Sant Boi de Llobregat. ¿Cómo explicar semejante fenómeno?
Quiero dejar bien claro que yo he venido a este acto con los deberes hechos. Albert Rivera me encargó que viniera “a contar diadas” y es lo que he hecho. Tengo la explicación del misterio de Casanova y lo he encontrado en el Aberri Aguna sabiniano, que se celebra tradicionalmente por Pascua de Resurrección. Sí, amigos, Rafael Casanova resucitó simplemente. Y aún diría más. Aún diría algo que nunca se ha dicho. Un tipo como él al que le matan y sigue tan tranquilo es que sencillamente era de Bilbao. Yo quiero reivindicar, reconocer, homenajear hoy y aquí al hombre y al zombie, a Casanova como personaje de la ciencia-ficción y como héroe del realismo mágico, como fenómeno patriótico, pancatalanista y paranormal, como bilbaíno y como vampiro. Yo sostengo, señores, sin sonrojo que el sepulcro de Casanova está vacío. Ésta es mi aportación a la historiografía catalana y a un nacionalismo tan confiado y tan sádico que ha tenido la desconsideración de no buscar siquiera una historia verosímil que lo avale, cosa que –sospecho- es premeditada.
Ahí está la clave. El hecho de que hoy se conmemore la muerte de alguien que no murió es muy significativo. Resume muy bien la situación no ya sólo política sino filosófica en la que estamos. Indica hasta qué punto el mundo político no nacionalista está dispuesto a tragar con una mentira que todos sabemos que es una mentira para templar gaitas con el nacionalismo, para no irritarles, para no herirles, para no despertar su susceptibilidad. Está ese mundo político no nacionalista dispuesto a decir que lo blanco es negro y que las vacas vuelan. Estamos ante un paso más de lo goebelsiano. Aquí no estamos ante la mentira que a base de ser repetida se convierte en una verdad. Estamos ante una mentira que todos sabemos, incluidos los nacionalistas, que es una mentira pero que nos exige arrodillarnos ante ella y ponerle flores para evidenciar nuestra humillación, nuestra capacidad de tragar, de digerir lo indigerible. Éste es el precio que nos pide el nacionalismo para que nuestra vejación sea más sangrante y clamorosa. Aquí ya no estamos siquiera ante un problema de secesionismo sino de maltrato psicológico. Aquí no nos estamos revelando ya ni siquiera contra el Estatut ni contra el nacionalismo sino contra la humillación, contra una pipa que es un insulto a la inteligencia, a la dignidad y al sentido común. Si nos quieren engañar, por lo menos que se molesten en fabricar una bola potable.
Una de las más clásicas y perversas formas tipificadas de maltrato psicológico consiste en obligarle al otro a que niegue lo que está viendo con sus propios ojos y lo que le dice su propia razón. El maltratador le dice a la víctima: “Tú sabes que yo soy un maltratador, pero yo te digo que soy el tipo más respetuoso y más afectuoso del mundo y tú tienes que repetirlo conmigo. A ver cómo dices: eres el tipo más respetuoso y afectuoso del mundo. A ver, más alto, que lo oiga yo bien.”
Lo que nos dice el nacionalismo con la conmemoración de hoy es: “Tú y yo sabemos que Casanova no murió el 11 de septiembre pero tú vas a arrolillarte ante su monumento y a ponerle flores en esta fecha. Tú y yo sabemos que aquello fue una rendición y que el valiente huyó disfrazado de fraile pero lo vamos a celebrar como un acto de heroísmo. Tú y yo sabemos que no era una guerra de secesión sino de sucesión pero vas a decir conmigo y en voz alta que fue lo primero. Tú y yo sabemos que el héroe después de sobrevivir aceptó el perdón del Borbón denostado pero vas a decir conmigo que en esa lucha, que tú yo sabemos que no fue tal, nunca se doblegó.”
Amigos, el caso de vuestro nacionalismo, vuestro en el sentido de que lo padecéis, es similar al del vasco. También allí el maltratador psicológico nos dice: “Tú y yo sabemos que los gudaris se rindieron en Santoña ante los fascistas italianos y se pasaron al bando de Franco, pero vas a decir conmigo que fueron héroes indomables. Tú y yo sabemos que Zumalacárregui era un monárquico español pero vas a repetir conmigo ante todo el mundo que fue un pionero de la lucha de Euskal Herria por su independencia y que las guerras carlistas no fueron guerras de sucesión sino de secesión”.
Yo acuso a los nacionalistas de maltrato psicológico a los que no lo somos. Porque no nos pretenden engañar, amigos. Nos pretenden humillar, que es otra cosa. No estamos ante una tergiversación de la historia catalana sino ante un cuento chino y con recochineo. Porque en esa negación de lo evidente, en esta comunión de las ruedas de molino, el sojuzgamiento se muestra en toda su dimensión y alcanza su éxtasis. No nos dejan ni siquiera la salida honorable de presentarnos la mentira en un envoltorio mínimamente creíble. Se trata de que demostremos que estamos dispuestos a decir que lo blanco es negro y que las vacas vuelan si ellos lo dicen y nos exigen decirlo. Y ante algo así no hay que responder con la verdad sino con otra creación literaria, como hoy hacemos. Hay que ayudarles. Vamos a contar diadas, mentiras mejores que las suyas. Aquí mi aportación, mi homenaje a Casanova, fantasma posmoderno, patriota y vampiro; a este 11-S nacionalista que encierra más misterios que el 11-S neoyorkino de las torres gemelas.
Nombres para la Historia y para la cinemetografía de terror: Sabino Arana, Xavier Arzalluz, Rafael Casanova, Jordi Pujol, Nosferatu…
Yo he venido a decir aquí que Casanova vive, que el sepulcro de Casanova está vacío y que se ha reencarnado en José Montilla. Y que la prueba de todo eso está en que Montilla no se refleja en los espejos. Y que esa prueba de la resurrección de Casanova y de su reencarnación son a su vez la prueba de la superioridad de los nacionalistas de esta tierra. No hay un solo héroe andaluz ni castellano que haya sido capaz de semejante milagro. Ahí queda eso. Y os voy a decir otra cosa, amigos, que no ha dicho nadie pero que ya es hora de que se sepa. Yo estoy totalmente convencido de que Montilla, si quiere, puede volar.
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