Mi buen amigo Jesús Laínz, ilustre bolígrafo santanderino, acaba de publicar un interesante artículo en El Diario Montañés, que me envía para que lo difunda y comparta entre mis amigos y lectores.
Desde la distancia (geográfica) que le separa de Cataluña, y desde la perspectiva histórica (cuyos hechos tozudamente tienden a repetirse), nos recuerda lo que supone para nuestro país, España, esa ola de "federalismo" que sobreviene cuando no se sabe cómo salir del atolladero al que nos quieren llevar los nacionalistas.
HARTAZGO (El Diario Montañés, 16-nov.12)
“¡Estoy hasta
los cojones de todos nosotros!”. Con estas palabras zanjó el barcelonés
Estanislao Figueras, fugaz primer presidente de la Primera República Española,
uno de los últimos consejos de ministros que presidió antes de escabullirse al
tren del que no sacaría la nariz hasta llegar a París.
Porque en
aquel 1873, recién abdicado Amadeo de Saboya, al pueblo español le entró una calentura
política desconocida hasta entonces: el federalismo. Inspirándose en suizos y
norteamericanos (estos últimos, por cierto, acababan de ganar la guerra que, en
nombre de la federación, desataron contra los estados partidarios de la
secesión), los españoles descubrieron de repente su entusiasmo por una forma
política que instauraría la virtud y la felicidad terrenales. La gente se
saludaba por las calles al grito de “¡Salud y República Federal!”. Negarle a
uno el título de federal se consideraba la peor de las injurias. Y, sin
embargo, nadie, ni en la calle ni en el parlamento, conseguía ponerse de acuerdo
en qué consistiese eso del federalismo.
Unos hablaban
de descentralización administrativa; otros, de anulación de toda autoridad, de
soberanía de las comunas, de supresión del ejército y la policía, etc. Los
municipios comenzaron a proclamar su independencia, se destruyeron telégrafos, se
levantaron raíles, se desataron huelgas generales, se asesinaron agentes del
orden, se lincharon alcaldes, la nación de Jumilla amenazó con la guerra a la
vecina nación murciana, el cantón de Cartagena se apoderó de varios buques con
los que bombardeó “potencias extranjeras” como Almería y Alicante…
Casi siglo y
medio después, para contentar a quienes han dejado claro que sólo les interesa
la secesión, los socialistas, dedicando compasivas miradas a los infelices que
no alcanzan su altura moral e intelectual, promueven una segunda edición que
comienza del mismo modo que entonces: no sabiendo ni lo que quieren decir con
la palabra “federal”.
Hagan la
prueba. Pregúntenselo.
Jesús Laínz.
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