viernes, 27 de noviembre de 2009

El régimen catalán los retrata a todos (por Mario López)


No merecen el nombre de periodistas. Son meros juntaletras transmisores del parte oficial del Caudillo de turno, que es quien maneja el poder y, sobre todo, la pasta. Pasta con la que se les subvenciona, bien directamente como es el caso del ”Avui”, bien a través de publicidad institucional y diversas ayudas, contratos o dádivas pagadas a cargo del bolsillo de la clase media catalana, cada día menos media.


Ya no son la “prensa de Barcelona”. Ahora son meros boletines oficiales que publican aquello que el poder manda y ordena. Y es que en la “plural” Cataluña no existe prensa. El jueves quedó claro. El numerito totalitario ofrecido por la práctica totalidad del periodismo catalán, que ayer publicaba un parte conjunto más propio de los tiempos del NO-DO que del siglo XXI, debería de ser estudiado en las facultades de periodismo del mundo libre como ejemplo de prensa totalitaria. Victimista editorial repleto de mentiras, cuyo fin último es, pasándose por el forro de sus corrupciones la separación de poderes, la libertad, la soberanía nacional y la democracia, presionar a los eficacísimos miembros del Tribunal Constitucional que sólo llevan tres años, tres, deliberando acerca de la Constitución catalana. Se les ha pasado por alto el pequeño detalle de que cuando todos comparten el mismo pensamiento –pensamiento único- se acabó la libertad. Libertad, ¿para qué?, que dirían estos “cutre-émulos” de Lenin. Se les ha olvidado que la prensa en una sociedad abierta debe ser un contrapoder no un “conelpoder”.

¿Dónde estaba toda esta tropa cuando, por ejemplo, el expolio del Palau era público y notorio? ¿Qué dicen de las comisiones que hay que pagar para obtener licencia? ¿Qué fue del 3%? ¿Por qué no emitieron todos estos en su día un parte conjunto denunciando la corrupción que campa a sus anchas por Cataluña? A balar. Y a cobrar. Que al fin y al cabo se trata de pertenecer al régimen. Por eso de vivir, a costa del resto de siervos del oasis, por encima de lo que por preparación, inteligencia, trabajo o capacidad les correspondería. Cosas de una oligarquía que quiere seguir chupando del bote aún a costa de la ruptura de la convivencia democrática en España.

No sorprende en absoluto la reacción del PSC-PSOE. Al fin y al cabo es José Luis Rodríguez Zapatero el padre del engendro liberticida. Recuérdese cómo pasó una noche encerrado en Moncloa con Artur Mas y cómo entre ambos parieron la legislatura pasada el Estatuto. Era la puerta de entrada hacia la Segunda Transición que quiso imponer Zetapé a los españoles y que fracasó, de momento, al irse al garete por la fuerza de los hechos y la sangre derramada la negociación con ETA –curiosamente ayer varios históricos asesinos etarras pedían a la organización terrorista que entregara las armas-. Sorprende un poco más, pero a estas alturas ya no demasiado, la reacción del “centrista” Mariano Rajoy, quien, haciendo una vez más caso omiso al clamor de su militancia, impone la ley del silencio apoyándose en la libertad de expresión que precisamente toda esta patulea aniquila. Creen que ganarán las próximas elecciones –las encuestas así lo indican, pero la experiencia también nos dice que hasta el rabo todo es toro- y con eso les basta. UpyD a la hora en que escribo mi columna no ha dicho esta boca es mía. Decente, correcta y solitaria ha sido, por contraposición a toda esta cuadrilla, la reacción de Albert Rivera (Ciudadanos) pidiendo conocer el importe de las subvenciones que la Generalitat concede a unos medios impresos en caída libre de ventas.

¿Y la prensa del resto de España? En líneas generales demostrando que es prensa, que aún mantiene cierta autonomía frente al poder político y que no acepta de buen grado que una casta política totalitaria arruine los últimos 30 años de convivencia democrática y pacífica. Por su parte, en la red los medios digitales y blogs de temática política no se callan y denuncian la barbaridad. Normal, la mayoría de ellos no están bajo la bota de nacionalismo-socialista catalán. Y menos mal.


(Publicado en Diario Siglo XXI)

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