El Sr. López Bofill consideraba el lunes que los ciudadanos que llegaron a Cataluña durante la segunda mitad del s. XX de otras partes de España lo hacían enviados por Franco con la finalidad de "españolizar" Cataluña, y me describía como sucesor arquetipo de aquellos ciudadanos. Tenía razón en algo: mi madre, de 1959, vino de Málaga a los 12 años, mi padre nació en Barcelona en 1952. No sé donde nacieron sus padres, abuelos o bisabuelos, ni quiero saberlo, pero no creo que el Sr. López, con un apellido tan histórico y común a las Castillas, sea descendiente directo de Wifredo el Velloso ni de Martín el Humano. Lo que obvia el Sr. López es que mis parientes, como millones de ciudadanos, no llegaron aquí por orden militar, simplemente decidieron cambiar de ciudad en busca de trabajo y prosperidad. Y lo que seguro que no le encaja es que muchos de los nietos o hijos de aquellos, lejos de renegar de nuestros orígenes, los respetamos y les hacemos complementarios de nuestra catalanidad. Entiendo que no es su caso, ya que hace de la confrontación su bandera, y del odio a todo lo que suene a español, como su apellido, su negocio. Lo que realmente no sabe es que Franco y él comparten victoria: el dictador ha hecho confundir el nacionalismo español y sus ideas arcaicas con España, al igual que los nacionalistas catalanes como el Sr. López han hecho confundir su ideología retrógrada con Cataluña. En ambos casos los que hemos saliendo perdiendo somos los ciudadanos que respetamos la pluralidad y las libertades sea cual sea el lugar donde vivimos.
Albert Rivera, Presidente de Ciudadanos (C's)
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