Carmen Chacón, "la del bombo"
El nombramiento de otra mujer -Carme Chacón, catalana, de 37 años, ecologista- y su revisión de tropas con un embarazo de siete meses a cuestas también ha desencadenado la polémica. Primero, entre ciertos sectores del Ejército que consideran su elección "una provocación" a la institución, porque "reafirma que nos quieren poner como una ONG con pistolas".
El 'malestar caqui' se manifestó con claridad a través de los micrófonos de La Cope y de la voz del presidente de la minoritaria Asociación de Militares Españoles (AME), que se despachó con un "esto es una patochada que no se sabe por dónde va a salir". Por su parte, para David Gistau, del diario El Mundo, Chacón es "Carmen, la del bombo", a la vez que cuestiona su espíritu patriótico, mientras que Antonio Burgos (ABC) la acepta, pero "como animal de compañía, de batallón, de regimiento, de brigada y de división".
Para el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES), el problema de Chacón es la baja maternal que tendrá que cogerse en unos meses y que la impedirá seguir al frente de su departamento, según publica en Libertad Digital .
Jiménez Losantos tampoco se ha aguantado sin lanzar sus flechas contra la titular de Defensa, "una nacionalista catalana al frente de los escombros del Ejército español", hecho que representa en sí mismo una curiosa paradoja. No hay más que recordarla diciendo "Viva España, viva el Rey", con un tono de voz tenue y receloso, incluso diría que acomplejado.
En el patio del Ministerio, ante tiesueras de naipe y las púas de las bayonetas, Carmen Chacón se declaró "movida por el amor a España" desde la infancia. Creíamos que era sólo en el ámbito del fútbol donde los fichajes procuran integrarse cuanto antes haciendo al nuevo escudo esas confesiones de una pasión que sería tan antigua como la propia edad aunque de ella no se hubiera tenido noticia antes. Para completar su versión patriótica, podría haber añadido ahora que cuando se definió "verde por fuera y roja por dentro" no se refería sino al verde lejía que se estila en las muñecas tamborileras y al rojo de la banderita a la que cantaba Marujita Díaz. Pero lo cierto es que está dispuesta a aplicarse en su nuevo registro. Aunque Alonso la sostuviera del brazo como para guiarla a través de una liturgia que todavía le resulta desconocida, pareció haberse pasado el último mes aprendiendo de Vicente Parra y de la Demi Moore de La Teniente O'Neill tanto el andar de una solemnidad esférica con que pasó revista como el timbre de voz con que exigió un "¡Viva España!" en su primera orden. Eso sí, su insistencia en los conceptos pacifistas revela que se siente mucho más cómoda en la acepción ONG del Ejército que en la combativa, si es que esta aún se le supone.
La asunción de Chacón fue menos folclórica que la de Bono (Pepe). Y contuvo una discreción respetuosa en la que no faltó la memoria de los caídos. Aún así, en los corrillos de los periodistas se propagaron algunos de esos chistes que arrancan con una cabra con rimel y que perpetúan el injusto tópico del nasío pa matar. Los autores de los chistes están a la espera de una sola declaración de descontento ante el nombramiento como ministra de un perfil ajeno al mundo militar para señalar con fruición una demostración de machismo atávico para apuntalar los prejuicios.
Esa visión pretenciosa a la que le cuadra como imagen de modernidad la de una embarazada ejerciendo el mando ante la mirada divertida de Zerolo, como si el Ejército tuviera pendiente una evangelización progresista, encomendada a Chacón para rescatarlo de su endogamia agreste y homologarlo con los cánones sociales. Cuando lo cierto es no sólo que el Ejército tiene ya hecha esa evolución y que incluso es un laboratorio donde ha sido conseguida la integración del inmigrante, sino que encima ha cargado con casi todo el peso de uno de los acontecimientos que consagraron la democracia española y el prodigio de las últimas décadas: la salida al mundo para asumir el compromiso con las tareas colectivas de nuestro tiempo. Sin esa superación del aislamiento, España permanecería agazapada en su burbuja, intrascendente y ensimismada.
Cuando terminó de pasar revista, a Chacón se le cuadró un capitán de Infantería. Mientras pedía permiso para regresar a la formación, el oficial derramó una lágrima. Acaso fue por la emoción de participar en ese ritual del que algunos de los presentes se mofaban. Pero fue en ese instante cuando Chacón empezó a enterarse de adónde ha llegado: ante el rostro de un hombre que, si dice que a él le mueve desde la infancia el amor a España, sin duda él no miente.
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