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Parafraseando al grupo “Golpes Bajos”, hoy en día podría
cantarse en Cataluña una nueva versión de su mayor éxito, titulada “Malos tiempos
para la lógica”.
Porque lógico es que en una comunidad bilingüe, donde hay
una sociedad bilingüe, en la educación también se utilicen como lenguas
vehiculares, equilibradamente, las dos lenguas cooficiales. Porque lógico es que las leyes así lo recojan,
que las sentencias así lo confirmen, y que
sus responsables políticos las acaten y ejecuten. Y también sería lógico que
los ciudadanos no hicieran ningún caso a los irresponsables que les animan a
desobedecer las leyes (incluyendo no solo a los gobernantes catalanes, sino a
miembros del Gobierno de España).
Pero en Cataluña la lógica hoy no existe, ha sido
secuestrada por la casta política, que desde hace más de 30 años ha abrazado
(con honrosas excepciones) la fe del nacionalismo identitario. Sí, he dicho
bien: fe. Una fe que se ha ido inculcando a través de las escuelas y medios de
comunicación, como si de un catecismo se tratara. Una fe que los nacionalistas
han logrado instalar en el subconsciente de una gran parte de catalanes, que a
pesar de aplicar la lógica en la mayoría de los razonamientos que rigen su vida
diaria, han acabado asumiendo sus dogmas incuestionables, y que defienden con
toda su fuerza cuando se trata de su “país”. Esto es lo que provoca discusiones
bizantinas, carentes de toda lógica, y de irresoluble final, como las que el
pasado fin de semana hemos vivido en las redes sociales, en tertulias televisivas
y hasta en los bares, a raíz del auto del TSJC que conmina a la Generalidad de
Cataluña a cumplir las sentencias del TS y TC que garantizan la educación
bilingüe equilibrada. Discusiones que revelan que, para muchos ciudadanos, es
más cómodo actuar conforme a los dogmas nacionalistas que pensar, que aplicar
la lógica a la vida política y a la convivencia.
Si los ciudadanos pensaran libremente por sí mismos, sin
prejuicios ni visceralidades, sin someterse a la sacrosanta fe nacionalista, sin
esa venda estelada sobre los ojos, habrían llegado a conclusiones lógicas como estas:
- Las leyes pueden no gustar, pero deben cumplirse. Y si no gustan, hay mecanismos legales para cambiarlas.
- Se puede criticar un auto o una sentencia de los tribunales, pero debe acatarse.
- Defender el bilingüismo en la educación no supone ningún ataque a una lengua.
- Imponer una lengua cooficial por encima de la otra, además de inconstitucional, es la peor forma de protegerla.
- Bilingüismo equilibrado significa que ambas lenguas tendrán similar peso.
- Las lenguas no tienen derechos, son las personas que las hablan quienes los tienen.
- En Cataluña hay dos lenguas oficiales, y propias de los ciudadanos que la habitan: castellano y catalán. Ambas son lenguas españolas que pueden convivir sin imposiciones, en total libertad.
Utilizar la lógica está mal visto hoy en Cataluña, y ser constitucionalista y no nacionalista aún peor. Los "buenos" catalanes "de debó" anteponen su "país" sobre todas las cosas, cual mandamiento divino, incluso por encima de los derechos y libertades individuales.
Frente a una sociedad adormecida, sometida a la fe
nacionalista, manipulada desde la educación y los medios de comunicación, caben
dos opciones: o seguir siendo súbditos sumisos del “país”, o rebelarse
cívicamente, respetando y haciendo respetar las leyes, y velando por el respeto
a las libertades individuales de todos los ciudadanos. Yo opto por la segunda, aunque reconozco que hoy
en día es muy difícil: Te obliga a pensar y reflexionar.
Luis Fernández del Campo
Coordinador Federación Bcn Provincia de C's
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