miércoles, 29 de septiembre de 2010

Albert Rivera: ¡Qué maravilla ver el indulto de la libertad!

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Albert Rivera y Serafín Marín se citan en la Monumental catalana para ver a «Timonel», el último toro al que se perdonó la vida y que ya disfruta del edén de la dehesa


(ABC).- Por la carrer de la Marina se divisa la figura de dos maestros. El político se ha enfundado un terno pizarra; el matador se ha vestido con camisa de rayas y vaqueros. Se alza una voz: «¡Torero!» La admiración es para Albert Rivera, el parlamentario catalán que ha marcado un hito al cruzar la puerta grande de la Monumental de Barcelona: «Fue una experiencia única, emocionante y hasta surrealista. Me sentí abrumado y con la sensación de no merecerlo», cuenta a ABC.

Apenas han pasado catorce horas de la resaca de toreo libre del domingo, cuando el presidente de Ciutadans cruza otra vez el pórtico de la gloria. Lo hace acompañado de Serafín Marín, máximo estandarte de la Tauromaquia en Cataluña. Sus ojos, que apenas se han cerrado en una larga y festiva noche, aún rebosan emoción, fugaz por la sombra abolicionista. «Fue una vivencia inolvidable. ¡Cómo olvidar esos kilómetros a hombros de los aficionados por las calles de mi tierra! Los mossos me decían: Serafín, ¿no podéis ir por el paseo para no cortar el tráfico? Aquello era una locura, parecía una Semana Santa. Hasta los costaleros gritaban: ¡al cielo con él!»

¿Han bajado ya de esas nubes de Barcelona? «Yo no», responde Marín. «Me parece que Serafín ha exprimido más el cielo que yo...», replica cómplice Rivera, quien tardó más en llegar al hotel en coche que el diestro en volandas. En el Fórum, una marea humana coreaba su nombre. Y el espada, como esos futbolistas que se asoman al balcón tras ganar una Copa, afloró por la ventana entre el fervor y el delirio: se despojó de las medias, la camisa, el corbatín y la castañeta para lanzárselos a los aficionados que lo vitoreaban. «Jamás he visto algo igual», señala mientras la mirada se pierde en el ruedo donde grabó «la faena de la libertad», bautizada así por Rivera. ¿La última? «Quiero pensar que no. Albert, ¿hay esperanzas?», consulta el profesional al que pretenden apuntillar su modus vivendi. «Me comprometo a que si tenemos fuerza para presentar un proyecto de ley en la siguiente legislatura reabriremos el debate. Igual que se hizo para prohibir, mi grupo lo hará para dar libertad. Y que cada cual se retrate». Con una mente preclara, no pasa por alto la dejadez del planeta táurico: «Probablemente, si figuras y ganaderos se hubiesen echado antes a la calle, esto no pasaría. Deben de hacer autocrítica».

Mientras recorremos la plaza hasta llegar a los corrales para ver a «Timonel», el toro de Jandilla indultado, un grupo de personas se acercan al líder de Ciutadans. Manan los elogios. «Yo votaba al PSC pero en las próximas elecciones le votaré a usted. Y conozco a cincuenta aficionados que harán lo mismo», explica un espontáneo. «Esos socialistas tampoco volverán a ver mi voto, porque han jugado con el pan de mi familia», añade un trabajador. Con el verbo del pueblo en primera persona, cobra vigencia aquella añeja teoría de Ortega y Gasset: los tendidos son el reflejo de la sociedad. El sentimiento político-taurino se ha palpado en esta última Feria de La Mercé. Habla Marín: «A David Pérez lo pitaron porque, aunque él ha defendido los toros, la gente se siente indignada y traicionada por el PSC; en el caso del PP hubo ovación con división de opiniones porque, pese a su defensa, no han terminado de echar la pata p'alante; en cambio, a Ciutadans lo han ovacionado, pues ha sido un partido coherente».

Héroes y villanos

Aunque el cántico a la libertad peregrinó por los gradas cuando Serafín Marín brindó su faena a Rivera, el líder de C's confiesa que no han faltado los mensajes recriminándole su triunfal paseíllo en los ruedos. Habla en corto y por derecho: «Los antis no pueden dividir el mundo en héroes y villanos. Yo no soy aficionado, pero Serafín Marín y los que prohibieron los toros han conseguido que vaya. Y me marché convencido de que el público es gente que no molesta a nadie y que disfruta del espectáculo por el que paga. El diputado, al que ya llaman «torero» por los pasillos del Parlament —«soy Rivera y Díaz»—, ensalza los componentes estéticos de la corrida: «Son innegables».

«¿Volverás entonces?», le invita Marín. «Si supiese que todos los días son como ayer, es fácil que regrese». Colma de plácemes al de Montcada i Reixac: «No sé si en el toreo habrá clases, pero Serafín se ha ganado estar en primera». ¿En qué categoría cataloga Marín a Rivera? «Albert sería un toro de El Pilar, una ganadería superior, al que indultaría». Y el resto, ¿a qué hierro pertenecen? «El PSC, malo como lo de Palha, el PPC podría ser Juan Pedro o El Ventorrillo, con toros buenos, y CiU y ERC, dos hierros muy duros y malos». Toma la palabra el político, que admira el valor de la torería: «Serafín teme a los políticos, y a mí me dan miedo los toros, aunque en mi terreno también hay miuras...» Continuamos el recorrido por el Museo y llegamos al destino: chiqueros. Rivera y Marín se interesan por el estado del toro: «Perfecto». El presidente de Ciutadans observa embelesado la hermosa estampa de «Timonel» —«¡hoy le veo más pitones!», espeta el torero que le regaló la vida—. «¡Es el indulto de la libertad! Qué maravilla!», exclaman a coro. El mayoral abre la puerta y «Timonel» embarca. Al otro lado, le aguarda el edén de la dehesa.


(ABC).-

1 comentario:

  1. señor alber soy un asiduo de sus tertulias del gato al agua y desearia saber si dentro de sus listas hay musulmanes pues creo que es del sentir general que los integristas no deben tener cabida en nuestro pais

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