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El ex trotskista y obrero textil vive como un multimillonario y pasea en Ferrari Testarrosa entre Barcelona y Nueva York, donde acude no a correr, sino a ver la Maratón. El origen de Mediapro se estudiará en los manuales de influencia. Se quedó Mediapark por un favor político que pagaron terceros. Moncloa le puso en el saco a Televisa como socio financiero.
(LA GACETA).- Jaume Roures Llop (Barcelona, 1951) es el hombre más temido y poderoso de la comunicación en España. Un empresario de la producción para cine y TV que mueve los millones de euros, como si fueran garbanzos en un trile. Famoso por adquirir derechos deportivos de televisión a precios de disparate; aguanta por el “impulso” de quien le protege. Roures fue obrero del textil en el Poble Nou, trotskista en la Universidad, periodista deportivo en los inicios de TV3, ahora es propietario de un 33% del grupo mediático Mediapro, accionista de La Sexta y del diario Público. El sigue considerándose “revolucionario”, aunque rico. A pesar de vivir en el “desaliño permanente”, Roures se olvidó de Trostky cuando oyó rugir su primer Ferrari Testarrosa. Ser el empresario mediático favorecido del Gobierno socialista catalán, primero —y español, después— es la clave de su éxito, pero sus dos primeras operaciones se estudiarán en los manuales de cómo sacar provecho de la influencia política.
La primera fue el asalto a Mediapark, una productora que desarrollaba canales temáticos y los vendía a distintos operadores. Mediapark estaba participada por Iberdrola Diversificación, el fondo de pensiones sueco Skandia, la Corporación Catalana de Radio y TV (CCRTV) y Antena3 (muy minoritaria).
Jordi Pujol le había hecho una envolvente a Juan Villalonga, para que Telefónica desarrollase negocio en Cataluña y Juanito Villalonga se metió en Mediapark. Su representante era Eduardo Alonso, hoy gran amigo de José Blanco, titular de Fomento. A Iberdrola la representaba Jesús Trillo (hermano de Federico Trillo, a la sazón ministro en el Gobierno de Aznar). A la CCRTV (dirigida por Jordi Vilajoana, CiU), la representaba Joan Oliver, actual director general del F. C. Barcelona, polémico por ordenar espiar vicepresidentes del club. Iberdrola compró el paquete de control al fundador del invento Mediapark, Alfred Cabanes. Pasó el tiempo y la sociedad entró en pérdidas (60 millones de euros, en 2001), las inversiones en Quiero Tv, Vía Digital o La Razón pinchaban sucesivamente. Aparecieron pagos por informes, en muchos casos no localizados, que apuntaban a personajes próximos a CDC y al PP. Por ejemplo: Josep Pujol Ferrusola, Carles Vilarrubí, Mauricio Casals, Miguel Ángel Rodríguez o Alejandro Echevarria.
Skandia decidió tomar las riendas. Tras intentarlo con Luís Blasco, de Telefónica, llegaron a un acuerdo con Ignacio Sánchez Galán y José Sáinz Armada, de Iberdrola. Skandia compraba su paquete por 90 millones de euros. Los suecos estaban ya repartiéndose cargos, sin saber que Jaume Roures quería quedarse con Mediapark. Los escandinavos se enfadaron mucho por considerar que Iberdrola no podía negociar con Roures alcanzado un acuerdo con ellos.
Para entonces, el ministro de Industria era José Montilla (actual President de la Generalitat) que se sinceró con los suecos: “este tema me supera”. Les dirigió al hoy marido de Carmen Chacón, entonces secretario de comunicación de Moncloa, Miguel Barroso, luego ejecutivo de Roures, en La Sexta. Los suecos se desesperaban; ofrecieron más dinero. Entonces apareció otro favorecido de la política socialista, el grupo Lavinia, una especie de Gürtel del PSC, dirigido por Toni Esteve, donde se agazapa el jefe de prensa histórico del PSC, Lluís Garriga y que financia El Plural, un digital-púlpito para el plural Enric Sopena. Una tentativa para tapar a Roures.
Iberdrola suscribió una ampliación de 30 millones de euros, para limpiar Mediapark; y Roures se hizo con la parte principal de la compañía (la que tenía los platós de televisión), sin pagar los 90 millones de Skandia. Cosas que sólo se comprenden por la influenza de Roures en Moncloa. Los suecos llevaron el tema a los tribunales, incluso pretendían posibles delitos de administración fraudulenta y apropiación indebida, pero aceptaron una indemnización y se largaron.
Hoy Mediapro vive de los contratos de la muy pública TVE, haciendo programas y servicios mientras el ente RTVE despide trabajadores a los 50 años. De ellos saca unos 50 millones de euros al año. En Cataluña, Roures lo tiene aún mejor. La autonómica TV3 les paga alquiler de los platós de televisión de Mediapark, a pesar de que TV3 es la niña mimada de la administración catalana; goza de las mejores instalaciones de entre las televisiones autonómicas públicas.
Roures recibió del Gobierno de Zapatero una concesión de televisión en analógico y digital a pesar de que sus negocios (dirigidos por el camarada trotskista Gerard Romy) están escondidos tras dos sociedades holandesas (BV) que no pagan impuestos en España. El principal accionista de Mediapro es Mediaproduction Properties BV, junto a la también BV Equille Investments. Luego el grupo de Roures convertido en la holding Imagina de La Sexta volvieron a reproducir el esquema holandés con sociedades como Mediacapital BV ¿Cómo el Gobierno Zapatero favoreció, tan descaradamente, a unos concesionarios privados de un bien público; sabiendo que no pagan un euro a la Agencia Tributaria? La respuesta es la magia de Roures.
La aventura mexicana
Tiempo antes, Roures había contactado con la mexicana Televisa, de la familia Azcárraga, para conseguirles un “balcón” televisivo en la España de Zapatero. Los mexicanos habían quedado con un pie en el estribo de Antena 3, cuando vendía Telefónica y Aznar prefirió a José Manuel Lara (Planeta/Hemisferio). Roures exhibía un carné de “máxima influencia” en Moncloa y los cameló. Les organizó reuniones con el Gobierno, donde les digeron que Moncloa quiere apoyar a las productoras nacionales, cosa que luego sucede a favor de Roures. Les proponen que entren como financiadores de ese nuevo canal de las productoras, que acabará siendo La Sexta. Roures les explica que “La Sexta va a ser la sustituta de Prisa”, en recibir el favor del Gobierno. Los mexicanos pusieron el dinero y vieron que no entraban los otros inversores prometidos, que no pintan nada en la línea editorial; y que el dinero se evapora en derechos deportivos de rentabilización dudosa, cosas “made in Roures”. La relación se puso tensa, pero Roures consiguió la TDT de pago, justo antes de las vacaciones. Otro favor de ZP. Con esos amigos, Televisa acudió a la última ampliación de capital in extremis, y le salvó el trasero a Roures.
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