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Después de que el ayuntamiento de Barcelona se gastase más de un millón de euros en subvencionar a Woody Allen para hacer su película, resulta que el guión de ese panfleto turístico titulado "Vicky Cristina Barcelona" podría ser un plagio. Otro despropósito más en torno a la peor película del maestro Allen. Ya podrían haber plagiado un guión mejor, ¿no?
La juez del juzgado número 2 de Esplugues de Llobregat (Barcelona, España) ha admitido a trámite la denuncia por supuesto plagio presentada por el escritor y fotógrafo español Alexis de Vilar, quien asegura que el guión de la película Vicky, Cristina, Barcelona, del cineasta estadounidense Woody Allen, es en realidad un plagio de su novela Goodbye, Barcelona.
La juez citó a declarar en relación con este asunto al empresario y productor cinematográfico Jaume Roures, propietario de la compañía Mediapro, que produjo el filme, y no se descarta que el propio Allen sea citado, pues figura como autor del guión. Roures debía comparecer el 7 de julio, pero la reunión fue postergada.
De Vilar (Barcelona, 1948) presentó el pasado mes de enero una denuncia solicitando una investigación sobre el presunto plagio, argumentando que la película de Allen, estrenada en septiembre de 2008, contiene numerosas coincidencias y paralelismos con el argumento, las localizaciones, los personajes y la época en la que se desarrolla su novela Goodbye, Barcelona, escrita en 1987 y registrada ese mismo año.
La jueza de Esplugues que instruye la causa citó al escritor el pasado mes y le sometió a una exhaustiva declaración, según fuentes del bufete Miserachs Abogados, que lo representa.
Vicky, Cristina, Barcelona es protagonizada por la estadounidense Scarlett Johansson y los españoles Javier Bardem y Penélope Cruz. Por su papel en esta película, Cruz obtuvo este año el premio Oscar de la Academia de Artes y Ciencias del Cine como mejor actriz de reparto.
La novela Goodbye, Barcelona estuvo entre las finalistas del Premio Planeta de 1987 y del Plaza & Janés de 1989, y estuvo en manos de varias editoriales españolas y extranjeras, además de algunas productoras cinematográficas, si bien no fue publicada hasta octubre de 2008, después del estreno de la película de Allen.
Los abogados del escritor —quien ha publicado otras seis novelas— han presentado un informe con opiniones de algunos guionistas y expertos cinematográficos en el que constatan que, si se ve primero la película y se lee después el libro, se podría llegar al convencimiento de que la novela es una copia del filme. Los asesores legales del escritor consideran que hay “demasiadas coincidencias” para pensar que el parecido entre ambas obras se deba a casualidades del proceso creativo.
Las sospechas recaen sobre Aureli de Lima, un antiguo socio de Vilar en la sociedad Columbus Films, que actualmente está vinculado a Roures. Tesorero de la Associació de Productors Independents de Catalunya (Apic) —de la que Roures es vocal—, De Luna también ha sido citado por la jueza.
Otra persona que conocía la obra de Vilar era Antonio Llorens, de Lauren Films, que había mostrado interés por adaptar al cine la novela African blues, también de Vilar. Llorens era distribuidor en España de las películas de Woody Allen y mantuvo conversaciones con el cineasta americano en Londres, en 2005, sobre el proyecto de Vicky, Cristina, Barcelona, que entonces se llamaba Midnight in Barcelona. Pero su empresa se declaró en suspensión de pagos, lo que condujo a que finalmente fuera Mediapro, de Roures, la que produjera la película.
Los informes periciales presentados por el bufete Miserachs Abogados hablan de hasta diecinueve similitudes entre la novela de Vilar y el guión de Allen. Escenarios comunes —La Pedrera, Parque Güel, el Born, Las Ramblas y otros—, un pintor que en ocasiones crea sus obras directamente con los dedos y posee un piano negro, un novio conformista de alrededor de treinta años, un matrimonio maduro y boyante del que el marido juega el golf, son algunas de las coincidencias.
“Es la juez la que debe decidir”, subraya el catedrático Pau Miserachs, responsable del bufete que lleva el caso, quien es especialista en propiedad intelectual.
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