JOSÉ MARÍA CARRASCAL - Domingo, 15-02-09 - Publicado en ABC
CRISIS o no crisis, los nacionalistas siguen adelante con su plan de construir una nación-estado cueste lo que cueste, literalmente. Ahí los tienen en Cataluña, comprando una compañía aérea en bancarrota, para convertirla en su línea de bandera, cuando sólo quedan líneas de bandera en el Tercer Mundo. En el resto, se han privatizado, como Iberia. Pero ¿qué importa eso a los nacionalistas? Ellos, a lo suyo, a hacer nación con mayúscula, es decir, con embajadas, selecciones deportivas y líneas aéreas propias, que sirven tan bien para colocar familiares y amigos. Veremos quién es el presidente de la nueva Spanair. ¿Otro hermano de Carod? ¿O le harán comandante de aeronaves?
Comprar una compañía aérea en bancarrota es fácil. Tan fácil que se la regalan a uno si se hace cargo de sus costos. Lo difícil es sacarle beneficios. Más ahora, con la crisis. Espero que los inversores catalanes hayan hecho bien las cuentas, porque en otro caso, el tortazo que se van a dar será mayor que el que se dieron los anteriores dueños. Claro que con el apoyo gubernamental, no hay miedo a cualquier negocio por ruinoso que sea. Apoyo que en este caso lo tienen, aunque no está clara la participación de la Generalitat y del Ayuntamiento barcelonés en el proyecto, pero que van a participar de una forma u otra no cabe la menor duda. Sin esa participación, el proyecto no hubiera alzado vuelo, nunca mejor dicho. Y aquí sí que entramos en harina. No me refiero al uso de fondos públicos en una empresa privada que competirá con las demás, algo prohibido por Bruselas. Me refiero a algo mucho más próximo y doloroso: a que todos los proyectos empresariales en que se han metido los gobiernos catalanes, no de ahora, sino de siempre, han terminado en rotundos fracasos. ¿Por qué se creen ustedes que no ha habido un «Banco Catalán»? No voy a entrar en las causas, que son muchas y complejas. Me limito a señalar un hecho constatado: los catalanes son muy buenos en negocios privados y, muy malos en negocios públicos. Tal vez lo uno conlleva lo otro, no lo sé. Sé sólo que los experimentos de este tipo no funcionaron.
Ahora, su gobierno, con el apoyo de todas las fuerzas políticas y de un grupo de empresarios, lanza al vuelo una línea aérea nacional, justo cuando la crisis pide concentración de empresas para reducir gastos. Vamos a ver lo que Spanair les cuesta a los catalanes, pues no olvidemos que si una compañía aérea privada pierde dinero, una estatal pierde más. De entrada, han doblado las sedes: una en Palma y otra en Barcelona. «Mientras no nos cueste al resto de los españoles...», dirán algunos. Aunque lo peor sería que el ejemplo cundiera y nos encontrásemos con 17 compañías de bandera.
una sola sede en barcelona,ya.
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